jueves, julio 10, 2025
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Editoriales

El eterno carrusel de la oposición

En la política dominicana —como en muchas otras partes del mundo— existe un ciclo tan predecible como agotador: el de la oposición crítica que, al llegar al poder, olvida su discurso, y el oficialismo saliente que se convierte en una oposición igual o más ruidosa que la anterior. Todo cambia para que nada cambie.

Desde la acera opuesta, gobernar parece fácil. Se prometen soluciones inmediatas, se señalan errores con dedo flamígero, se jura que todo será diferente. Pero apenas se cruza la puerta del poder, ese discurso se diluye en la realidad: en la lentitud institucional, en las presiones del sistema, en los compromisos que no se pueden romper sin incendiar el tablero político.

Entonces comienza la mutación. Quien prometió acabar con la corrupción ahora la combate con comisiones eternas. Quien se quejaba de los préstamos, los justifica. Quien pedía transparencia, responde con evasivas. La indignación de ayer se convierte en la prudencia de hoy. Y así, en cada cambio de gobierno, se reciclan los papeles: el que ayer gritaba, hoy calla; el que ayer callaba, hoy grita.

Lo más trágico no es la hipocresía política, sino el estancamiento. Porque en este juego de espejos y culpas cruzadas, nadie construye una institucionalidad fuerte, nadie asume el costo de una reforma real. Todos tienen algo que decir, pero pocos están dispuestos a hacer algo, más allá de preservar cuotas, imagen o poder.

La democracia se empobrece cuando la oposición solo sirve para criticar y el gobierno solo para justificar. El país necesita estadistas, no actores de turno. Porque mientras el círculo gira, el pueblo sigue esperando que, por fin, alguien lo rompa.

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