domingo, noviembre 2, 2025
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Editoriales

El último uniforme del poder

Los bolos son la pasarela final del poder dominicano. No son un símbolo de moda ni un detalle menor: son el último uniforme no oficial de quienes creyeron que el poder era eterno. Esos pantalones cortos, tan comunes en los patios carcelarios, marcan el tramo final de una carrera que empezó en salones alfombrados, oficinas climatizadas y cenas privadas con copas finas. Ahí, cuando el poder te deja en visto, cuando la opinión pública ya se apoderó de tu destino y los compañeros se evaporan como humo, llega el desfile inevitable: el de los bolos.

Pasó con banqueros que se creyeron más grandes que Dios; con funcionarios que se sintieron intocables durante la administración pasada; y apunta, sin pudor, hacia algunos rostros de hoy. Pero nadie llega a los bolos por accidente. Los que terminan ahí también alimentaron el sistema que ahora los devora. Se beneficiaron de sus privilegios, de sus silencios, de sus pactos. Aplaudieron cuando era otro el que desfilaba. Callaron cuando el poder trituraba a otros para sostenerse. Y ahora, simplemente, les llegó el turno.

Porque el poder dominicano no tiene lealtades, solo intereses. Te sube para usarte, te adula para explotarte y te suelta cuando ya no sirves. Y cuando llega ese momento, no hay escoltas ni discursos que valgan: solo unos bolos, una cantina y una celda.

En este país, quien juega al poder termina sabiendo que la pasarela más temida no es la de Palacio, ni la del Congreso. Es la de Najayo o La Victoria. Ahí han desfilado los que ayer mandaban y hoy callan. Porque en el fondo, todos saben que en este país, el que no entiende que el poder no es suyo… termina con unos pantalones cortos.

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