viernes, abril 18, 2025
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Editoriales

Las tropas se dispersaron antes de tiempo

Desde que el presidente Luis Abinader declaró que no buscará la presidencia en 2028, algo cambió en la dinámica interna del poder. Aunque la ley ya limitaba su reelección, su anuncio marcó un punto de inflexión político. A partir de ese momento, muchos que habían marchado alineados comenzaron a marcar distancia. El mensaje fue claro: si él no estará, cada quien a lo suyo.

Se ha abierto un vacío de liderazgo que no es formal, pero sí efectivo. Las tensiones de los últimos meses lo reflejan. Medidas que requerían respaldo político sólido —como la fallida reforma fiscal— han sido asumidas por el Ejecutivo sin un acompañamiento real de su entorno. La figura presidencial ha sido la única expuesta al desgaste, mientras otros actores que antes respaldaban con entusiasmo, hoy prefieren mirar hacia otro lado o hablar en voz baja.

La reforma fiscal, por ejemplo, fue presentada como una necesidad estructural, pero nunca llegó a tener un músculo político visible que la empujara. El cálculo predominante parece haber sido el siguiente: si no hay futuro electoral para el presidente, no hay por qué cargar con el costo de sus decisiones. Nadie quiere ser el rostro de una medida impopular. Y nadie quiere que el desgaste de estos años les reste puntos en la competencia interna que ya comenzó.

No se trata de defender a ciegas al presidente, ni de idealizar su gestión. Pero sí de reconocer que la desconexión entre el liderazgo gubernamental y sus propios cuadros es cada vez más evidente. Las agendas individuales, los movimientos preelectorales, y la necesidad de marcar perfiles propios han tomado el centro del escenario.

Es como si el gobierno hubiera entrado en una especie de interregno anticipado. El presidente todavía gobierna, pero ya no lidera un proyecto colectivo. Cada quien está haciendo campaña sin decirlo. Y ese proceso de dispersión tiene un precio: la parálisis política, el debilitamiento institucional y la falta de dirección clara.

Luis Abinader no se ha ido. Pero muchos actúan como si ya no estuviera.

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