miércoles, mayo 14, 2025
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Editoriales

Mucho cash, poca calle

En la política dominicana se ha normalizado una falsa equivalencia: presupuesto es liderazgo. Se premia la ostentación, se asocia visibilidad con poder real y se confunde eficiencia con capacidad de gasto. Pero la historia reciente demuestra lo contrario: los liderazgos que transforman no son siempre los que más recursos movilizan, sino los que logran convocar, persuadir y sostener una visión.

Los procesos electorales son el mejor espejo. Figuras con maquinarias costosas, campañas saturadas de medios y estrategias digitales importadas han terminado desconectadas de la gente. El dinero, en exceso, puede incluso intoxicar la percepción de lo político, convertir las propuestas en mercancía y vaciar de contenido el debate público. La saturación termina por desgastar, no por convencer.

En cambio, hemos visto actores emergentes hacer mucho con poco: mensajes nítidos, presencia territorial, credibilidad ganada en el trabajo cotidiano. La ciudadanía responde menos al espectáculo y más a la coherencia. La desconfianza generalizada hacia la clase política ha elevado el precio de la autenticidad.

Desde el poder, el panorama no mejora. Contar con presupuesto estatal no garantiza buena gestión, ni legitimidad. Funcionarios con amplias partidas presupuestarias fallan al comunicar prioridades, al ejecutar con transparencia o al articular un horizonte común. El liderazgo no se impone, se ejerce.

El financiamiento público ha sostenido estructuras vacías, partidos que viven más del reparto que del proyecto. Mientras tanto, surgen experiencias comunitarias, iniciativas independientes, que sin recursos millonarios logran incidir. La política real no necesita abundancia, necesita propósito.

En tiempos donde el espectáculo político desgasta, el liderazgo se mide no por cuánto se gasta, sino por cuánto se transforma.

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