Un golpe de estado musical. Así se podría describir el nuevo álbum de Beyoncé, Cowboy Carter. Sus dos primeros singles, “Texas Hold’Em” y “16 Carriages”, lanzados durante la SuperBowl, encabezaron las listas de ventas y streaming, y el álbum va camino de batir récords.
Cowboy Carter y los códigos visuales que lo rodean indican claramente que el segundo “acto” de la trilogía iniciada en 2022 con Renaissance es una reapropiación de la música country, un género a menudo asociado con la América blanca, conservadora y, a veces, incluso racista, sexista e identitaria.
Las reacciones en torno a este lanzamiento revelan hasta qué punto, en Estados Unidos, los géneros musicales incluyen una dimensión racial. Esto explica que Beyoncé sea la única mujer negra que ha alcanzado el primer puesto del Hot Country 100 de la revista Billboard.
La llegada de estos singles no ha estado exenta de revuelo. Nada más salir a la venta, los internautas se quejaron en Twitter de que las radios especializadas en música country se negaban a reproducirlos, a pesar de las peticiones de los oyentes, y que varias plataformas de streaming, blogs y revistas los habían calificado como “pop”.
Aunque la distribuidora Sony rectificó rápidamente sustituyendo “pop” por “country</strong
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