Por más de 20 años, Orlando Lucas Zapata, también conocido como “Orlando Palito de Coco”, se ha apostado entre las avenidas Gustavo Mejía Ricart y Abraham Lincoln ofertando sus dulces a base de coco, que han sido consumidos por figuras que van desde empresarios, funcionarios y hasta presidentes.
Al lado de su pasola roja el vendedor muestra a reporteros de Diario Libre la nueva presentación de sus productos, una forma de reinventarse tras un accidente de tránsito que tuvo hace dos años y que le impidió vender personalmente sus dulces durante casi un año.
La nueva presentación de los dulces no es el único cambio que implementó Zapata: “estoy incluyendo los palitos de sabores, antes se conocían solo los de coco. Ahora tengo de piña, guayaba, guanábana y de chocolate con maní. Los que más me piden son los de coco y guayaba”.
El accidente
La historia de Orlando no ha sido siempre dulce. El vendedor narra que sufrió el accidente de tránsito en momentos en que circulaba por la avenida Anacaona del Distrito Nacional.
Tras el accidente, su familia se encargaba del negocio y los pedidos de los clientes, de quienes resaltó su disposición a colaborar mientras se recuperaba.
Los inicios
Las citadas avenidas no siempre fueron la zona de trabajo de Orlando, según explicó.
- “Yo duré como dos años vendiendo ambulante, pero elegía esta zona de Piantini porque siempre que pasaba por aquí me paraban y me compraban (dulces), decidí hacer un punto para vender fijo y que la gente sepa dónde encontrarme”, sostuvo.
Zapata explica que los dulces son preparados en horas de la mañana y que se tarda entre cuatro y cinco horas, dentro de un anexo de su vivienda en el ensanche Espaillat.
Añade que, en la preparación de los dulces, con un costo de entre 300 y 600 pesos, participan su esposa e hijos, que también le ayudan a mantener su página en Instagram, donde también promocionan los productos.
- “Con esto he mantenido a mis hijos, que son universitarios”, detalla.
El vendedor expresó su deseo de lograr “el empujón” para salir adelante y tener un local. “Se me ha presentado la oportunidad de tener local, pero no una persona que financie o confíe en el negocio”, dijo.
Mientras acomodaba sus productos, Zapata reflexiona sobre lo que se requiere para emprender un negocio: “si alguien quiere poner uno, que lo haga con amor y bien, sea un chinero o cualquier cosa. Hay negocios que tienen una imagen que la gente cree que son grandes”.
Fuente: Diario Libre
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