jueves, julio 31, 2025
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Editoriales

Dieta SIBO: cuando la "cura" se convierte en parte del problema

El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés) ha ganado protagonismo en la última década, convirtiéndose en un diagnóstico frecuente frente a síntomas digestivos como distensión, gases, diarrea, estreñimiento y malabsorción.

En muchos casos, el tratamiento incluye una dieta restrictiva baja en FODMAPs o incluso versiones más severas como la SIBO Bi-Phasic Diet o la Elemental Diet. Sin embargo, mantener estas dietas a largo plazo no solo carece de respaldo científico, sino que puede ser perjudicial tanto en términos nutricionales como fisiológicos.

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¿Por qué no puedes vivir en una dieta para SIBO?

Desde el punto de vista clínico, el objetivo de una intervención nutricional debe ser siempre restaurar la tolerancia intestinal, no perpetuar la restricción.

Las dietas para SIBO no están diseñadas como terapias crónicas, sino como herramientas transitorias para reducir la carga fermentativa y permitir la regeneración de la mucosa intestinal durante o después del tratamiento antibiótico o herbáceo.

El intestino necesita diversidad: tanto microbiana como alimentaria. Al eliminar sistemáticamente alimentos fermentables, se reducen las fibras prebióticas necesarias para sostener una microbiota sana.

Estudios como el de Halmos et al. (2015) han demostrado que las dietas bajas en FODMAPs, mantenidas por más de 6 semanas, reducen significativamente bifidobacterias y otras especies comensales beneficiosas.

¿Y qué pasa con la mucosa intestinal?

Las dietas hiporresiduales disminuyen la producción de butirato, un ácido graso de cadena corta esencial para la regeneración del epitelio intestinal, la función inmunológica y la integridad de las uniones estrechas. Su deficiencia ha sido vinculada con mayor permeabilidad intestinal (“leaky gut”) y con recaídas frecuentes en cuadros de SIBO o síntomas funcionales similares.

Además, el impacto psicológico no es menor

Desde la perspectiva conductual, la prolongación innecesaria de dietas restrictivas puede inducir miedo a la comida, ansiedad digestiva y conductas alimentarias evitativas. Esto se ha observado incluso en pacientes diagnosticados con síndrome de intestino irritable post-infeccioso o disbiosis leve.

La evolución terapéutica debe incluir reintroducción sistemática, apoyo psicológico y educación nutricional para romper el ciclo miedo-síntoma-restricción.

¿Qué hacer entonces?

  • Primero, asegurar un diagnóstico certero. No toda distensión abdominal es SIBO. La confirmación con pruebas de aliento válidas (glucosa o lactulosa) y una buena correlación clínica son fundamentales.
  • Segundo, el tratamiento debe ser médico y dirigido, ya sea con antibióticos como rifaximina o metronidazol, con antimicrobianos herbales o procinéticos, siempre bajo supervisión profesional.
  • Tercero, la nutrición debe ser evolutiva. La dieta no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para reducir síntomas y facilitar la recuperación. A medida que mejora el cuadro clínico, se debe avanzar hacia la diversificación alimentaria.
  • Y finalmente, es crucial reeducar el intestino. Esto incluye la reintroducción de fibras prebióticas, uso adecuado de probióticos selectivos, manejo del eje intestino-cerebro, restauración del ritmo circadiano y actividad física regular.

Las dietas restrictivas para SIBO no son una sentencia de por vida, y mantenerlas como tal puede terminar saboteando la salud intestinal. Tratar SIBO implica un abordaje multidisciplinario que contemple el equilibrio microbiano, la restauración funcional del intestino, la salud emocional del paciente y una nutrición que evolucione.

En otras palabras, el objetivo no es evitar los alimentos para siempre, sino volver a tolerarlos con salud y confianza.

Fuente: Diario Libre

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