En un campo de fútbol de una barriada de la capital de Perú, un país donde el béisbol no es popular, un grupo de niños venezolanos lanzaban pelotas de cuero, las golpeaban con un bate o las atrapaban con sus guantes arrojándose al suelo tapizado de polvo.
En medio de un entorno hostil y discriminador, los niños migrantes venezolanos se esfuerzan en la academia de béisbol Astros en Lima. A pesar de los inconvenientes, siguen adelante, motivados por su amor por este deporte tan arraigado en su país de origen.
Los niños migrantes en Lima reciben educación en colegios donde sólo se juega fútbol, lo cual contrasta con la pasión que sienten por el béisbol, el cual es el deporte estrella en Venezuela.
La historia de cada niño migrante que asiste a la academia es única y emotiva. Desde Dylams, cuyo padre luchó contra la leucemia para poder enseñarle a jugar, hasta Deremi, cuyo guante de béisbol conecta con la memoria de su padre fallecido a causa del COVID-19 en Lima.
Los familiares de los niños migrantes demuestran su apoyo incondicional, acompañándolos en los entrenamientos y competencias, a pesar de sus propias responsabilidades y quehaceres diarios.
La liga alternativa de béisbol, organizada por profesionales y entusiastas del deporte en Lima, brinda a los niños migrantes la oportunidad de competir y mantenerse activos, fomentando la pasión por el juego y la sana competencia.
En un reciente enfrentamiento entre los equipos de Astros y Cachorros, se vio reflejada la dedicación y pasión de los participantes, así como el apoyo constante de sus familiares y la comunidad. El béisbol, a pesar de los desafíos, sigue vivo y vibrante en las calles de Lima.
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