En el PRM abundan los gallos en la carrera presidencial. Cada corriente impulsa el suyo, convencidos de que la candidatura aún está abierta. Sin embargo, los últimos movimientos del gobierno han despertado lecturas políticas claras: los nombramientos de Adolfo Pérez en el INABIE, Edward Guzmán en SENASA, José Luis López Pérez en PromeseCAL, y otros en el ámbito militar, se relacionan con la estructura de la vicepresidenta Raquel Peña.
Ese patrón no puede pasarse por alto. Mientras unos exhiben fuerza en discursos y encuestas, otros avanzan con pasos más discretos, colocando figuras de confianza en posiciones estratégicas. Son señales que, en política, suelen interpretarse como definiciones anticipadas.
La discusión de fondo no es únicamente si Peña será finalmente la candidata, sino cómo reaccionarán los demás aspirantes ante ese escenario. ¿Buscarán acuerdos? ¿Se mantendrán en la confrontación? ¿O esperarán a último momento para alinearse? Las respuestas marcarán no solo sus trayectorias personales, sino también la cohesión del partido.
El PRM tiene frente a sí una prueba de madurez. Todo partido en el poder necesita llegar unido a una contienda nacional. La verdadera interrogante no es si ya hay una preferencia en marcha, sino si el proceso interno será capaz de integrar a todos sin dejar heridas profundas. Porque en política, los nombres importan, pero lo que define la victoria es la capacidad de sumar y presentarse como un proyecto colectivo.
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