miércoles, septiembre 3, 2025
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Editoriales

La moneda siempre cae de un lado

En este país, cada decisión trae su ruido. No existe acción pública o privada que no parta la opinión en dos: la denuncia de uno se convierte en la condena de otro, el avance de un programa implica la caída de un negocio, la entrada de un competidor global arrincona a los locales. Blockbuster muere para que Netflix nazca; Amazon desembarca y los couriers tiemblan. Siempre hay ganadores y perdedores. Siempre hay dos caras de la moneda.

Lo que hace falta es entender que gobernar no es buscar unanimidad, porque eso es imposible. Aquí los intereses son múltiples, casi siempre ocultos y movidos por el dinero, el poder o la influencia. Los mismos que hoy celebran, mañana se convierten en los que bloquean, y los que aplauden desde las gradas no dudan en virar de bando cuando sus beneficios se ven amenazados.

Por eso, un liderazgo que vale la pena no puede estar midiendo cada paso con la vara de la popularidad. Gobernar no es un concurso de simpatías, es ejercer el poder con firmeza, sabiendo que las decisiones correctas incomodan y que la incomodidad es el síntoma del cambio. Recular, dar marcha atrás o dejarse chantajear por los afectados, es condenar al país a un presente eterno, donde nada se mueve porque siempre alguien se queja.

El progreso no es neutral, nunca lo ha sido. Cada avance desplaza a alguien. La pregunta no es si habrá protestas o aplausos, sino si existe la convicción suficiente para sostener el rumbo cuando la tormenta arrecie. Un gobierno que se atreve a decidir, a pesar de los gritos, es el único que puede transformar. El que retrocede para complacer a todos, lo único que garantiza es que nada cambie.

En política, como en la vida, la moneda siempre cae de un lado. Lo importante es decidir con qué cara se quiere construir el futuro.

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