Perdimos en Guatemala. Fue una derrota que nos dejó fuera de cualquier posibilidad de clasificación para el próximo mundial. Y duele, porque se trabajó con un grupo de jugadores con talento y calidad para ir a buscar el resultado. Lamentablemente, las cosas no se nos dieron. Dentro y fuera de la cancha el contexto puso en evidencia que todavía nos falta remar mucha agua para seguir madurando.
El incidente que obligó a la demora de la llegada al estadio y el retraso del inicio del partido, fueron eventos que se pudieron prever. Cuando el destino nos vuelva a colocar de visitante en un juego definitorio en la capital de un país futbolero, los detalles deberán cuidarse hasta la minucia más insignificante, pues este tipo partidos son de esos que se comienza a jugar mucho tiempo antes del pitazo inicial.
La dinámica del encuentro se desarrolló sobre la base de un equipo, el nuestro, que mostró dos caras bien diferentes. El del primer tiempo, ese que supo reaccionar al golpe inicial, remontando el marcador con determinación, controlando la posesión, recuperando y distribuyendo con inteligencia; acelerando o marcando la pausa con la capacidad que le conocemos a nuestros muchachos en el centro del campo. Y el del segundo tiempo en que desafortunadamente vino la debacle, donde un equipo desdibujado no supo gestionar la ventaja, perdiendo la pelota con facilidad, desarticulado, incapaz de defenderse teniendo el balón; el combo ideal para que el rival, acompañado de su gente, tomara la iniciativa imponiendo el ritmo y generando las situaciones más claras que culminaron consumando la goleada.
Una sacudida que llega como cable a tierra para recordarnos que hay que continuar el trabajo sin falsas ilusiones y ansiedades, sin esas expectativas —reales o no, pero obsesivas— de clasificar a un mundial. Ahora bien, el proceso en curso debe respetarse y la actual comisión de selecciones, que merece respaldo, ha contribuido notoriamente. Pero no debemos embriagarnos de ese trastorno de percepción de la realidad que, con los años, ya sabemos, no ayuda.
Sin tiempo para lamentaciones, ya eliminados esta noche enfrentamos a Dominica en el Félix Sánchez, en un compromiso que servirá para cerrar la preparación a nuestra primera Copa Oro de la historia; poniendo las cosas en su justa dimensión, un hecho que debemos vivir con mucha alegría y orgullo.
La semana pasada Uzbekistán y Jordania fueron noticia porque consiguieron por primera vez su clasificación al mundial. Antes que nos toque a nosotros, debemos vivir la experiencia de que ganarles a los centroamericanos no sea una sorpresa y sacarle un resultado a Canadá, Estados Unidos o México tampoco una utopía.
Fuente: Diario Libre
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