En el diccionario, solo los nombres comunes tienen su lugar, los nombres propios no están incluidos. Sin embargo, algunos nombres propios logran colarse en el diccionario debido a las palabras que han generado.
Este es el caso de los topónimos, que son nombres de lugares; su significado se deriva de su etimología: la palabra griega "tópos" que significa 'lugar' se combina con el elemento compositivo "-ónimos", que a su vez proviene del griego "-ónymos", que significa 'nombre'.
Algunos topónimos se esconden, o se revelan, en la etimología de sustantivos comunes que usamos a diario. Por ejemplo, la isla conocida por los griegos como "Pháros", en español "Faro", dio origen a una hermosa palabra común.
En el siglo III a.C., Ptolomeo I, sucesor de Alejandro Magno en Egipto, mandó construir una torre en la isla de Faro para guiar a los navegantes en las llanas costas egipcias. Esta torre, considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, fue destruida por el tiempo y los terremotos, pero el término "faro" sigue siendo utilizado en español para referirse a una torre alta en las costas con luz en su parte superior para guiar a los navegantes.
Otro ejemplo interesante es la palabra "mayonesa", que proviene del francés "mayonnaise" y posiblemente hace referencia a la ciudad de Mahón en la isla de Menorca.
Finalmente, las Bermudas también han dejado su huella en el lenguaje, ya que el cambio en los pantalones de los oficiales británicos destinados allí llevó al nacimiento de las "Bermudas", término adoptado en español como préstamo del inglés.
Este viaje nos ha llevado desde Bikini hasta Faro, Mahón y Bermudas, trayendo consigo pequeñas joyas lingüísticas que hemos descubierto en el camino.
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Una palabra bomba
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