lunes, junio 30, 2025
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Editoriales

Lo que das, vuelve

Vivimos tiempos en los que muchos se comportan como si la vida no tuviera memoria. Como si sus actos no dejaran rastro, ni en otros ni en ellos mismos. Pero toda acción tiene consecuencia. No es moralismo barato, es una ley de causa y efecto que atraviesa nuestras relaciones, decisiones y caminos.

Quien siembra el mal, la traición, la indiferencia o el abuso, no debería sorprenderse cuando, tarde o temprano, algo de eso regrese. A veces no vuelve de inmediato ni de la misma forma, pero vuelve. Y no siempre es castigo externo: muchas veces es la corrosión interna, el aislamiento, la desconfianza ajena o la propia insatisfacción la que se convierte en eco de lo que dimos.

Hay quienes caminan la vida como si fueran intocables, como si nunca les fuera a tocar una derrota, un señalamiento o una caída. Pero la existencia es redonda. No se puede ir por el mundo atropellando, mintiendo, traicionando, ensuciando nombres o pisoteando dignidades, creyendo que eso no genera consecuencias. No todo es inmediato ni visible, pero el tiempo tiene maneras silenciosas de ajustar cuentas.

Esto no es un llamado a vivir con miedo, sino a vivir con conciencia. A entender que nuestras decisiones y comportamientos tienen peso, tienen eco, tienen impacto. Lo que damos a otros, lo que decimos, lo que hacemos cuando creemos que nadie ve, también nos construye o nos destruye.

La impunidad verdadera no existe. Puede que no te atrapen las leyes ni los medios, pero la vida sí. Porque el mal no es un destino, pero sí un camino que suele llevar siempre al mismo lugar.

Por eso, pensemos dos veces antes de actuar como si nada importara. Porque sí importa. Porque todo deja marca. Porque lo que damos, vuelve.

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