Hay cócteles que se beben y se olvidan, y otros que hacen historia. El Negroni pertenece a esta segunda estirpe.
Su origen no tiene misterio de alquimia ni fórmulas ocultas: fue la petición de un aristócrata florentino que quería más carácter en su copa.
Corría 1919 y en el Caffè Casoni de Florencia, el conde Camillo Negroni pidió a su barman, Fosco Scarselli, que reforzara su habitual Americano (Campari, vermut rojo y soda) con un golpe de ginebra. La fórmula, sencilla y audaz, bautizó un clásico.

Desde entonces, el Negroni se convirtió en sinónimo de equilibrio. Una parte de ginebra, una parte de vermut dulce, una parte de Campari: amargo, dulce y seco en armonía perfecta, servido con hielo y una rodaja de naranja.
Un cóctel elegante
En tiempos de complicadas recetas de mixología, el Negroni demuestra que la elegancia está en la proporción y la sobriedad.
Su nombre viaja con resonancia aristocrática, pero su espíritu es popular. Lo beben ejecutivos que buscan sofisticación, artistas que celebran la contradicción de lo amargo y lo dulce, y viajeros que saben que Italia también se cuenta en vasos bajos y cristales tintados de rojo.
- Un siglo después, cada Negroni es un brindis a la cultura de lo sencillo bien hecho. Como diría cualquier florentino, un trago con apellido propio.
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Fuente: Diario Libre
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