Con menos de una década en la industria y solo 38 años de edad, Jordi Amargós es un actor importante como asesor en el competitivo mercado inmobiliario dominicano. Más de 540 unidades comercializadas, desde apartamentos económicos hasta torres de lujo y villas; en Piantini, Serrallés, Punta Cana, Las Terrenas, Jarabacoa…, que se traduce en ventas anuales de hasta de US millones.
Pero hace 12 años Amargós era un desempleado, con urgencia de producir dinero ante la llegada del primero de sus dos hijos, si bien como lanzador de los London Majors (liga independiente en Ontario), alcanzaba las 97 millas y con invitación de al menos tres equipos del Big Show.
Jordi, cuyo nombre y apellido honran su origen catalán, dirige Grupo Amargós, una empresa que comercializa y desarrolla proyectos con 24 asesores en plantilla. Recibe a DL en su oficina de la torre Acrópolis, donde se diseñan estrategias y se da seguimiento al trabajo en curso y se planifica el futuro.
Firmado en 2005 por un bono de US mil con los Rockies, también pasó por los Rays hasta 2009, fue Regla 5 de ligas menores y terminó en la canadiense Intercounty Baseball League en 2012. Con 26 años, los bajos salarios que anteceden la parte del negocio previo al Big Show agotaron su paciencia, aunque no faltaron los estímulos a seguir.
“Con siete años de carrera comencé a pensar cuáles eran mis chances reales de poder llegar a Grandes Ligas, al final el tiempo pasa, en ese entonces ya tenía 25, casi 26 años y me hice la cuestionante, evalué y empecé a considerar el momento de decir creo que tengo que tomar otro carril”, dice Amargós.
“Hice la pregunta de nuevo. ¿Vuelvo a ligas menores, donde, ya entendía a esa edad que necesitaba más ingresos y en liga menores, lamentablemente, es una realidad todavía al día de hoy que no remunera como se debería y prácticamente necesitaba recursos? Tuve la decisión difícil de tomar y decidí retirarme”.
“Ese momento fue difícil, muy difícil, me retiré hasta con el brazo bueno, tirando hasta 98 millas, ya más controlado, y escuché que tengo potencial. Habían ofertas, todos los familiares, las voces, los agentes, ‘Jordi no te retire, continúa’, pero lo hacían desde sus buenas intenciones, pero había otra realidad… que era la económica y ahí (dije) ‘no puedo perder más tiempo, voy a empezar a estudiar, otra vez’”.
Tocó comenzar de cero para este capitaleño que coincidió con jugadores como Alexander Colomé y Moisés Sierra. Sus padres, profesores universitarios de sociología y medicina, le gestionaron una beca en la PUCMM para estudiar negocios. Sin vehículo, los ahorros agotados; el alquiler de un apartamento que adquirió con el bono, un programa de lanzadores que abrió en Bayona y desde donde firmó una docena de jóvenes más el emprendimiento en una cafetería en un gimnasio sirvieron para costear los gastos.
En 2015 entendió que tocó fondo, finalizando estudios y en apuros para llegar a fin de mes, pero asegura que su vida dio un giro de 180 grados tras convertirse al evangelio y apunta a esa fecha como la de su despegue. “Conozco a Jesús y cambia mi vida totalmente”, dice.
Ese espíritu de guerrero que exige el deporte de alta competición combinado con lo aprendido en la universidad y la experiencia adquirida en el negocio le ha dado la confianza como para asumir proyectos tan exigentes como ambiciosos.
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