¡Una vez más, retumban los ecos de la concesión de AERODOM! Pero antes de sumergirnos en la emocionante actualidad, retrocedamos en el tiempo hacia una era de grandes decisiones.
En el glorioso año de 1999, durante el reinado de Leonel Fernández y un congreso dominado por el PRD, se entregó un regalo celestial: una jugosa concesión al consorcio liderado por Aeropuertos Dominicanos del Siglo 21 (AERODOM). Sus notables socios incluían a Abraham Hazoury Toral, Jesus Barderas, Jose Luis Abraham y Joan Giacinti, ¡Un elenco de personajes para recordar!
El contrato de concesión les otorgó derechos exclusivos para hacer y deshacer: administrar, operar, mantener, explotar económicamente, renovar, ¡y expandir los aeropuertos de las Américas, Arroyo Barril, Luperón y María Montez, a cambio de algunas pequeñas obras de infraestructura.
La brillante comisión licitadora, con sus notables miembros como Vitelio Mejia, Alex Santana y Arturo Villanueva, nos presentaron un espectáculo increíble: AERODOM iba a ser el salvador de la patria. Prometieron un paraíso sin aumentos de tasas y la expansión de pistas en Arroyo Barril en lugar de un nuevo aeropuerto en Catey. Sin embargo, AERODOM parecía olvidar sus deberes: incumplieron la inversión y la ampliación de la pista en Arroyo Barril.
¡Pero aquí viene lo bueno! Hipólito Mejía, en un acto de magnanimidad sin precedentes, premió a AERODOM con una extensión de concesión de 5 años. Y finalmente, ¡el gran final! Arroyo Barril fue reemplazado con la construcción de un nuevo aeropuerto en Catey. ¡Qué giro tan inesperado, como sacado de una telenovela!
Ah, y no se vayan todavía. La historia no estaría completa sin los increíbles destinos posteriores de nuestros personajes principales: Vitelio Mejía, convertido en consultor jurídico del fabuloso grupo de empresas de los Hazoury, y Alex Santana, ascendido de funcionario a director ejecutivo del consorcio. ¡Un verdadero cambio de papeles que supera a cualquier drama político!
Y como si fuera poco, como mencionó el siempre perspicaz Jottin Cury en su carta al congreso: el contrato de concesión de Aerodom fue, claramente, una estrategia para empobrecer el patrimonio nacional y una verdadera joya de sarcasmo en los mejores intereses del país.
Pero, ¡alto ahí! No se vayan, ¡aún falta mucho en este fascinante vuelo a través de la historia!
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