miércoles, septiembre 17, 2025
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Editoriales

Arturo Báez Cordero y su padre: una historia marcada por la tragedia

El domingo 14 de septiembre por la tarde se rompió el aliento de muchos. Arturo Alberto Báez Cordero, cineasta dominicano de 34 años, murió tras un accidente automovilístico en Gowanus, Brooklyn.

El choque, ocurrido en la intersección de la Segunda Avenida con la calle 9, dejó el Mercedes Benz en que viajaba impactado. Uno de los vehículos se incendió, y Arturo resultó gravemente herido. Fue trasladado a un hospital cercano, pero no sobrevivió.

El conductor responsable fue arrestado. Enfrenta cargos por homicidio involuntario, conducción negligente y otras acusaciones vinculadas a la gravedad del hecho.

Herencia y camino propio

Arturo llevaba el peso y el orgullo de dos nombres que la cultura dominicana reconoce bien: Fernando Báez, su padre, cineasta y documentalista, y María Cordero, conocida como “María María”, cantante, actriz y figura de la televisión.

De su padre heredó el amor por el cine y de su madre, el talento musical. Se decía amante de ambas disciplinas, pero al final se decidió por el cine, ya que le permitía combinar sus dos pasiones.

Fernando Báez Mella, fallecido en 2018 también en un accidente automovilístico, fundó la productora Unicornio Films y realizó más de 200 producciones que exploraban la identidad dominicana, el medio ambiente y las complejidades sociales del país.

El director y productor fue conocido por Flor de Azúcar (2016), Misión Estrella (2017) y Lago Enriquillo: Preludio del Cambio Climático (2014). Su trabajo dejó una marca profunda en el documentalismo caribeño.

María Cordero, por su parte, ha sido voz, rostro y puente cultural. Ha transcurrido entre la música, la actuación, la televisión y la producción, sosteniendo una carrera construida desde la autenticidad y el compromiso con lo artístico y lo espiritual.

  • Arturo creció en medio de esa herencia, pero no se limitó a ella. Era editor, director y narrador visual. Trabajó en cortometrajes como Condena Ciega, Colours (2019), Viejos (2021), entre otros. Su mirada, todavía en formación, comenzaba a definirse dentro de un cine dominicano que reclama diversidad y autenticidad.

Casado con la actriz Lía Lizardo, hija de la también actriz Lumy Lizardo, Arturo unía familias del arte. Su trabajo apuntaba a lo visual, lo sonoro y lo social. Era parte de una generación que asumía no solo un apellido, sino una responsabilidad: contar lo propio con nuevas formas.

Infografía
Arturo Báez Cordero habla sobre el legado de su padre, el cineata Fernando Báez, durante un reconocimiento otorgado a su trayectoria. En la imagen se ve a su madre, la cantante María Cordero junto al expresidente Leonel Fernández.

La repetición del dolor

Que el final de Arturo Báez haya llegado a causa de un accidente, provocado, según reportes, por otro conductor que hoy enfrenta cargos, retoma una herida abierta: su padre, Fernando, también murió en un accidente vial, hace siete años, en la autopista Duarte.

La similitud añade una carga dolorosa, como si la línea de una historia familiar quedara marcada dos veces por la misma tragedia.

En República Dominicana, la noticia ha generado consternación. Cineastas, actores, colegas y admiradores han expresado su pesar. Omar de la Cruz, director del Festival de Cine Global, confirmó la noticia a Diario Libre y compartió su pesar ante una pérdida que toca fibras en el ámbito audiovisual del país.

Fallece en trágico accidente Arturo Báez Cordero, hijo del cineasta Fernando Báez

Honrando el legado del cineasta Fernando Báez

Entre la memoria y lo pendiente

Para María Cordero, su madre, cada homenaje a Fernando Báez ha sido, y será aún más, una forma de mantener también la memoria de Arturo. Su legado, junto al de su padre, se inscribe en la historia audiovisual dominicana: documentales, programas, producción continua, compromiso con lo local, lo ambiental, lo humano.

**Video de Arturo Báez cordero para el canal de YouTube ISO 100**

La partida de Arturo Báez Cordero no es solo la pérdida de una vida joven. Es la interrupción de una voz que apenas comenzaba a tomar forma. Una voz con raíces firmes, con mirada inquieta, con intención clara.

En su ausencia quedan los rostros familiares: un padre pionero, una madre talentosa, una comunidad que recuerda. Y permanece el eco de un cine que aún duele, pero que no renuncia a narrar.

Fuente: Diario Libre

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