Convertirse en madre, ya sea por primera, segunda o tercera vez, transforma profundamente la vida de una mujer. Las rutinas cambian, las prioridades también, y la sexualidad —aunque sigue ahí— muchas veces pasa a un segundo plano.
Para algunas mujeres, el deseo incluso aumenta. Para muchas otras, sin embargo, se apaga temporalmente, desplazado por la sobrecarga de responsabilidades o nuevas inseguridades.
Carla, una mujer de 30 años que recientemente se convirtió en madre, confiesa que su vida sexual dio un giro tras el embarazo.
“Pasé de tener un deseo sexual alto y de disfrutar del sexo por puro placer, a no tener absolutamente nada de deseo”, cuenta.
“Yo no tenía deseo sexual ni durante el embarazo ni en el primer año después de tener a mi bebé”, asegura.
Cuando se le pregunta qué factores influyeron en ese cambio, Carla lo tiene claro: el estrés. “Estaba enfrentando muchas cosas nuevas: un hijo nuevo, un cuerpo nuevo, incluso un matrimonio nuevo”.
Para ella, la sexualidad dejó de ser prioridad. Las dinámicas del día a día hicieron que la intimidad con su pareja quedara relegada. Aun así, reconoce que sí buscaba afecto y atención, pero sin necesidad de llegar al coito.
Así nos beneficia practicar sexo con frecuencia
Fuente: Diario Libre
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