sábado, junio 7, 2025
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Editoriales

El arte de callar

En una era donde opinar es casi una obligación y el silencio se interpreta como debilidad, la clase política ha caído en la trampa de hablar siempre, incluso cuando no tiene nada que decir. Sin embargo, callar a tiempo no solo es un acto de sabiduría, sino de poder.

Administrar el silencio es una habilidad estratégica. Implica saber cuándo una declaración puede entorpecer un proceso judicial, escalar una crisis innecesariamente o alimentar un fuego mediático. En lugar de calmar las aguas, muchos políticos eligen el ruido, como si llenar titulares fuera sinónimo de gobernar.

El problema no es solo de comunicación, sino de carácter. El político que no domina el impulso de responderlo todo, de reaccionar a cada crítica o tendencia, revela inseguridad. En cambio, quien sabe guardar silencio demuestra dominio, perspectiva y respeto por los tiempos institucionales.

El silencio puede ser incómodo, sí. Pero también puede ser una herramienta poderosa. Permite observar, calcular, esperar el momento adecuado. En una sociedad que castiga el error más que la omisión, es más sensato callar que rectificar. Y sin embargo, seguimos viendo funcionarios que, por evitar parecer ausentes, terminan pareciendo imprudentes.

En República Dominicana, donde el debate público suele ser emocional y acelerado, urge una nueva pedagogía del silencio. La ciudadanía ya no busca políticos que hablen mucho, sino que hablen claro. Y para hablar claro, hay que saber cuándo es mejor callar.

No se trata de esconderse. Se trata de entender que el verdadero liderazgo no necesita ser estridente. A veces, las palabras más contundentes son las que no se dicen.

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