Historia y lengua nos cuentan acerca de las personas que nos legaron sus palabras en momentos de necesidad. En otra ocasión, propuse explorar juntos los arabismos de nuestro idioma.
Prepárense con sus alforjas (del árabe hispano alhurg) para embarcarse en un viaje a través del tiempo a través de las palabras; un viaje que nos demostrará, gracias al poder del idioma, que seguimos siendo los mismos.
La conexión entre el árabe y el español perduró durante casi ochocientos años. Todo comenzó en el año 711, cuando las tropas del califato de los omeyas, con sede en Damasco, iniciaron la conquista del reino visigodo en la Península Ibérica.
Con numerosos conflictos militares y largos periodos de tregua, Al-Ándalus y el intercambio entre el español y el árabe se extendieron hasta 1492, año de la caída del reino nazarí de Granada.
Es evidente que muchos arabismos incorporados al español de aquella época estaban relacionados con la guerra y las batallas. Las incursiones en tierras enemigas siguen siendo algaras o algaradas, nuestras ciudades aún muestran sus alcazabas, y desde las atalayas se puede divisar el horizonte.
Los adalides, antiguos caudillos militares, ahora son destacados defensores de una causa. Don Quijote sigue portando su adarga antigua, un escudo de cuero de forma ovalada.
Aunque nuestros ejércitos ya no usen alfanjes ni disparen flechas desde sus aljabas, siguen contando con alféreces, designación derivada del árabe clásico faris, que significa ‘caballero’.
El rebato, palabra del árabe hispano ribát, sigue siendo la señal de alerta ante un peligro. Cuando decimos que se toca a rebato, estamos anunciando una situación de peligro.
Enriquecidos con el legado del árabe hispano, nuestras caballerías siguen llevando albardas, jáquimas, jaeces y ataharres (conocido como atajarria en el español dominicano).
La palabra zaga, derivada del árabe, que también designaba la retaguardia de las tropas, ahora se usa para referirse a la parte trasera de algo o al jugador que actúa en último lugar en un equipo. De la guerra al deporte, la lengua evoluciona.
Otra palabra, acicate, del árabe assiqát, que se refiere a una espuela para caballos, ahora simboliza un estímulo para llevar a cabo una acción. La historia de las palabras siempre despierta nuestra curiosidad.
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