miércoles, julio 9, 2025
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Editoriales

Historia de esperanza en Brasil frente a las inundaciones

El motor de la embarcación "Gulu", propiedad de Ricardo Frediani, emite un sonido fuerte mientras surca el río Guaiba, el cual ha inundado la ciudad brasileña de Porto Alegre y se dirige hacia Eldorado do Sul. El tiempo corre en contra, ya que se espera la llegada de más lluvias y urge salvar lo que se pueda.

En el barrio Medianeira, en la misma localidad, Katiane Mello espera ser rescatada por alguna embarcación y llevarla de regreso a su hogar, el cual abandonó una semana atrás debido a las fuertes lluvias que desbordaron el río y alcanzaron el segundo piso de su vivienda donde vivía con su esposo James Vargas y su hija Natalia de 5 años.

Las aguas del río Guaíba están llenas de embarcaciones que llevan alimentos a las personas que se niegan a abandonar sus hogares a pesar del peligro. Una lancha policial patrulla la entrada al barrio inundado.

"¡El agua está bajando mucho!", exclama Ricardo, pidiendo ayuda a su hijo Guilherme, estudiante de odontología de 26 años, para estabilizar la embarcación con un remo. La disminución del nivel del agua ha creado una fuerte corriente ya que busca abrirse paso por las calles inundadas.

A lo lejos se percibe la ciudad de Porto Alegre, una urbe de 1.4 millones de habitantes enlutada por una tragedia que ha cobrado más de un centenar de vidas. Las casas están cubiertas, los autos destruidos, los comercios inundados y los letreros de las calles están al alcance de la mano.

Las cabezas de los tripulantes pasan a poca distancia de los cables de electricidad desconectados. Algunas personas se mantienen en los techos, negándose a salir por temor a saqueos. Frediani, un vendedor de lubricantes de 62 años, explica que se arriesga en medio de las aguas para ayudar a pesar del peligro que representa la zona.

Ahora, la embarcación "Gulu" avanza lentamente esquivando obstáculos como columnas inclinadas y techos de vehículos a medio cubrir. Los rescatistas mencionan la presencia de saqueos y la peligrosidad del área, por lo que la presencia de autoridades armadas es notoria.

Katiane espera con esperanza en la calle, preguntando si es seguro caminar sobre el agua para saber qué ocurrió con su hogar y su fuente de sustento. Frediani y su hijo la invitan a subir a la embarcación para ir a su casa o lo que quede de ella.

Katiane se emociona al ver que su hogar está intacto y abraza a su marido con alegría al reencontrarse con sus posesiones y recuerdos. Las pertenencias de la familia están allí, y juntos se abrazan frente a las fotografías y carteles que decoran su hogar.

Frediani y su hijo sonríen desde la embarcación, agradecidos por poder ayudar a familias afectadas por la tragedia.

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