jueves, noviembre 20, 2025
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Editoriales

Dejar de ser espectadores

Las potencias llevan décadas perfeccionando la misma fórmula: Estados Unidos moldeando gobiernos en América Latina, Rusia operando en sus fronteras para asegurar influencia, y China expandiendo su poder mediante inversiones que comprometen voluntades. Ese modelo —discutible, polémico, pero eficaz— define cómo se mueve el mundo. Y bajo esa lógica, no es irracional pensar que República Dominicana debería diseñar su propia estrategia geopolítica dentro de Haití.

No hablamos de intervenciones militares ni de aventuras imperialistas, sino de comprender que la frontera más frágil del Caribe es también el escenario donde otros actores ya juegan. ONG internacionales, agencias de seguridad, potencias con agendas claras… todos influyen en Haití, mientras nosotros asumimos que basta con observar desde el borde.

La verdad es simple: quien no influye, termina siendo influido. Y en ese marco, operaciones de información, diplomacia contundente, creación de redes, apoyo estratégico a actores políticos que prioricen estabilidad y seguridad alineadas con los intereses dominicanos, no solo son tácticas posibles: son herramientas que el resto del mundo utiliza sin pudor.

Claro, es un terreno moralmente incómodo y políticamente arriesgado. Pero también es el único terreno realista. La neutralidad absoluta es un privilegio de los países lejanos, no de quienes comparten frontera con un Estado en colapso.

Pensar en influencia geopolítica no es agresión; es evitar que otros decidan por nosotros.

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