En la etapa de la vida en la que yo me encuentro, conocida como la maravillosa tercera edad, hay dos lugares que son indispensables: los consultorios médicos y los supermercados. Aunque existen otros sitios, estos dos son los más frecuentados en mi día a día.
Los supermercados se han convertido en un lugar que he aprendido a disfrutar. En nuestra ciudad, estos establecimientos están por todas partes, al igual que pequeñas tiendas de abarrotes con servicio a domicilio inmediato.
Para mí, el supermercado es un punto de encuentro donde puedo charlar con amigos, recibir ayuda al seleccionar vegetales, escuchar comentarios interesantes e incluso descubrir alternativas más económicas. En estos lugares surgen simpatías que valoro, y al reencontrarnos saludamos con familiaridad.
Recientemente, me encontré con Marcel, una vieja amiga en la sección de quesos. Sin motivo aparente, empezamos a reír sin poder detenernos. Nos contamos sobre nuestras vidas, nuestras familias y compartimos anécdotas divertidas.
Marcel es una mujer sabia que ha sabido aprovechar lo que la vida le ofrece. Celebramos juntas cada momento, incluso en las pequeñas alegrías de cada día. Entre risas y consejos, llenamos nuestros corazones de gozo mientras recorríamos los pasillos del supermercado.
Después de un rato, me despedí de Marcel con el carrito lleno de cosas que normalmente no compraba. Al pagar en caja, volví a la realidad, pero recordé las palabras de mi hermano José Alberto: "Consiente a tu hermano, que en la caja no caben tus ahorros". Así que salí del supermercado cantando Por amor…
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