martes, septiembre 9, 2025
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Editoriales

Salami dominicano: ¿podría llegar a la Unesco?

¿Puede un embutido convertirse en Patrimonio de la Humanidad? A primera vista suena improbable, pero en República Dominicana la pregunta ha tomado fuerza gracias a una campaña que busca que el salami dominicano ocupe un lugar en la lista de la Unesco.

Lo primero que hay que aclarar es que la Unesco no reconoce platos individuales, sino prácticas culturales completas relacionadas con la alimentación. Por ejemplo, en sus Listas de Patrimonio Cultural Inmaterial no está inscrita la baguette francesa, ni la pizza napolitana, ni el cuscús, por más que internet diga lo contrario.

Lo que sí figuran son sistemas gastronómicos como la cocina tradicional mexicana, la dieta mediterránea, el Washoku japonés o el kimchi coreano: expresiones vivas que incluyen técnicas, rituales, conocimientos y un sentido de identidad compartida.

Origen dominicano

Infografía

Bajo esa lógica, un alimento procesado por sí solo no puede entrar en la lista. Pero el salami dominicano no se defiende como un simple embutido: se presenta como el fruto de una historia cultural única.

Nació en Sosúa en la década de 1940, cuando inmigrantes europeos mezclaron su tradición charcutera con los sabores y costumbres locales. Desde entonces, este producto ha acompañado la vida cotidiana de los dominicanos, convirtiéndose en parte de su memoria colectiva y en un símbolo de identidad.

Hoy, el salami está tan arraigado en la cultura gastronómica del país que resulta difícil imaginar un desayuno sin él. Es protagonista de innumerables recetas, atraviesa clases sociales y regiones, y ha logrado lo que pocos alimentos: estar presente tanto en la mesa popular como en la alta cocina.

Ese carácter transversal es uno de los argumentos que sostienen quienes impulsan su reconocimiento como patrimonio.

La marca Sosúa lanzó recientemente un manifiesto en el que invita a todas las empresas del sector a unirse para lograr que el salami sea contado y celebrado en el mundo como lo que ya es para los dominicanos: orgullo nacional y herencia cultural.

La campaña también tiene un espacio en la plataforma Change.org, donde 233 firmas verificadas (al momento de este artículo) han apoyado ya la idea.

Coincidencia o no, la iniciativa se dio a conocer justo después de la celebración del Día Mundial del Salami, lo que hace pensar que, además de una cruzada cultural, podría tratarse también de una estrategia de marketing bien diseñada para aprovechar la fecha y colocar el tema en el debate público.

Claro, el camino hacia la Unesco no es sencillo. Para que el salami llegue a las listas, el Estado dominicano tendría que presentar un expediente formal que demuestre que este producto forma parte de un sistema cultural vivo, transmitido de generación en generación, con prácticas y saberes que trascienden lo meramente alimenticio.

Y tendría que documentar cómo su producción, consumo y rituales asociados fomentan cohesión social y sentido de pertenencia.

Aun así, la iniciativa ha puesto sobre la mesa una discusión fascinante: ¿puede un embutido contar la historia de un pueblo? En el caso del salami dominicano, la respuesta podría ser afirmativa. No solo es alimento: es memoria, mezcla de culturas, símbolo de resiliencia y punto de encuentro.

¿Logrará convertirse en patrimonio cultural y gastronómico de la humanidad? Eso lo dirá el tiempo. Pero mientras tanto, cada bocado sigue recordando a los dominicanos que, con o sin la Unesco, su salami ya es parte de su herencia más sabrosa.

Fuente: Diario Libre

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