La FIFA está analizando ampliar a sesenta y cuatro selecciones el mundial de fútbol para la edición de 2030. La noticia, que se hizo pública la semana pasada, no generó sorpresa pues hace tiempo que el ente regulador viene desarrollando una línea expansionista, modificando el sistema de competencia de dicho evento deportivo; uno de los más importantes del planeta.
Pasar de las treinta y dos selecciones de Qatar 2022 a las cuarenta y ocho del año que viene ya parecía mucho, pero no, multiplicar la cifra en apenas ocho años es una idea que seduce en términos económicos, pero que en cuanto a lo deportivo incomoda y produce dudas.
La clasificación para un mundial era hasta ahora un logro reservado para muy pocos, una convocatoria bien selecta que hacía el fútbol cada cuatro años luego de los largos procesos eliminatorios. El nuevo escenario a partir de las modificaciones amenaza con convertir una clasificación, de gesta a una cuestión de mero trámite. Y sí, usted que me lee podría decir que esta sería la gran oportunidad para que países como República Dominicana alcancen finalmente el gran objetivo, pero a costa de sacarle el espíritu a un torneo reservado para la élite, creo mi amigo, que el logro perdería algo de gracia.
Otro de los peligros de esta idea es que la fase de grupos se vuelva irrelevante y pierda el interés del público, como ocurre actualmente en el baloncesto de la NBA, donde la temporada regular se ha vuelto un trámite y la verdadera atención llega solo cuando inician los playoffs.
Pero para nadie es un secreto que se trata de una idea con objetivos puramente comerciales, que de concretarse multiplicaría los ingresos por derechos de transmisión, los patrocinios, la venta de entradas a costa de la capacidad y el interés genuino de lo que verdaderamente sucede dentro de la cancha, el desarrollo del fútbol de calidad.
Una calidad que se ve amenazada por la hiperinflación del calendario, más partidos, más desgaste de los jugadores, más lesiones, menos nivel. En lugar de proteger el talento, el fútbol moderno lo está exprimiendo hasta el agotamiento y todo en nombre del negocio. Un modelo de deporte industrializado que prioriza cifras, poniendo en peligro la esencia del juego y, probablemente, alejando cada vez más a los verdaderos fanáticos.
Fuente: Diario Libre
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