Considerada una obra maestra, revolucionaria e icónica, la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, es ahora la pieza más emblemática de la música clásica, celebrando su estreno hace dos siglos en Viena.
Expertos consideran que la novena sinfonía, la última del genio alemán, es la composición sinfónica más interpretada en todo el mundo, y su popularidad crecerá aún más en este bicentenario.
Encargada por la Sociedad Filarmónica de Londres, la partitura original de la 'Sinfonía nº 9′, opus 125, se encuentra en la Biblioteca Estatal de Berlín, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 2002.
La famosa melodía de la 'Oda a la Alegría', del último movimiento de la composición, se ha convertido en un símbolo del continente europeo, siendo adoptada como himno del Consejo de Europa en 1972 y como himno oficial de la Unión Europea (UE) desde 1985.
Anhelo de paz
Desde que descubrió la 'Oda a la alegría' del poeta alemán Friedrich Schiller a los 23 años, Beethoven se inspiró en la idea de componer una pieza que abordara el deseo de paz entre los pueblos y promoviera la igualdad y la fraternidad.
El genial compositor tardó más de diez años en finalizar la composición de la 'Oda', sorprendiendo a todos con la inclusión de voces en una sinfonía por primera vez en su estreno.
El hogar elegido: Viena
Nacido en Bonn en 1770, Beethoven se trasladó a Viena a los 17 años con el objetivo de estudiar con Wolfgang Amadeus Mozart, pero regresó rápidamente por la muerte de su madre. A su regreso a Viena cinco años después, Mozart ya había fallecido, convirtiéndose en discípulo de Joseph Haydn y permaneciendo en la ciudad hasta su fallecimiento en 1827.
La inspiración para componer la 'Oda a la alegría' acompañó a Beethoven a lo largo de los 32 años que vivió en Viena, hasta el estreno de la Novena.
La Casa de Beethoven en Baden presenta una exposición especial sobre la estadía del genio musical en ese balneario, donde buscaba alivio a sus dolencias y a su sordera.
Un estreno histórico
El estreno mundial de la obra estuvo a cargo de Michael Umlauf y fue supervisado por el propio Beethoven, quien, estando completamente sordo en ese momento, logró dirigir la interpretación únicamente con las partituras.
La Novena se ha consagrado como una obra extraordinaria y revolucionaria, marcando un hito en la historia de la música clásica al romper con las convenciones tradicionales y añadir voces a una sinfonía, además de extender la duración de la composición.
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