En República Dominicana, la búsqueda de la verdad suele llegar tarde… y cuando llega, no se le cree. Tras la tragedia del Jet Set, donde 236 personas perdieron la vida, el país sigue esperando respuestas oficiales. Pero ante el silencio de la comisión designada, surgió un informe preliminar no oficial, elaborado por el ingeniero estructural Juan José Ramírez, con más de 20 años de experiencia. Un ejercicio técnico de observación, basado en imágenes e informaciones disponibles. Y, como era de esperarse, llegaron las dudas.
No por malicia, sino porque ya nadie cree en nada.
No estamos frente a una verdad absoluta, sino ante un intento por comprender lo ocurrido. Pero incluso los esfuerzos técnicos son recibidos con recelo cuando se trata de tragedias donde se cruzan negocios, poder y vidas humanas. ¿Quién lo hizo?, ¿a quién responde?, ¿a quién incomoda? Las preguntas no se detienen porque la confianza está rota.
Y es que el problema no es el informe en sí. Es el historial de medias verdades, de investigaciones truncas, de comisiones que nunca informan. La falta de transparencia nos ha enseñado a sospechar. Y cuando no hay certezas, la sospecha es lo único que nos queda.
Todos queremos saber qué pasó. No para apuntar dedos a ciegas, sino para poder cerrar una herida que sigue abierta. Pero a estas alturas, ningún informe local —ni oficial ni alternativo— tiene el peso para convencer a una sociedad que ya no cree ni en los que investigan ni en los que callan.
Este país necesita una auditoría técnica extranjera, sin vínculos con el Estado ni con los sectores empresariales implicados. Alguien que no tenga que cuidarle la espalda a nadie. Solo así podríamos empezar a mirar de frente lo que pasó.
Porque aquí, tristemente, nadie es profeta en su tierra.
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