En los escombros de una población oprimida en 1838, nació el patriotismo. Aquella época fue la cuna desmantelada por manos indiferentes al sufrimiento, que vio surgir el movimiento más importante de la historia dominicana: La sociedad secreta “La Trinitaria”. Un grupo liderado por una juventud monolítica, guiada por la satisfacción de vivir en una república libre y soberana.
Hoy en día, los ideales de aquellos jóvenes que renunciaron a su vigor para levantar la república se enfrentan a un gusano carnívoro que se arrastra por las mentes de las juventudes dominicanas, atacando la conciencia política. Este ser despiadado no es indiferente a nuestra vista, puesto que ese gusano somos nosotros mismos.
Guiados por un sistema asesino, la juventud, al pasar de los años, se ha salido del foco político y, aunque su presencia no es nula en las actividades y el desarrollo de nuestro país, es muy cierto el hecho de que ahora somos dominados por una falsa madurez, atada a un dicho más contradictorio que sabio, el cual dicta que “más sabe el Diablo por viejo que por Diablo”; sin embargo, no siempre se necesita mucho tiempo para reforzar el saber, ya que este no garantiza claridad; a veces, solo acumula resignación.
En la actualidad dominicana, la juventud ya no es el alma de la política, sino un arma de la misma. A través de una visión cuestionable, la mayoría de políticos y actuales mandatarios utilizan su influencia en la juventud para fortalecer sus ideologías y crear un vínculo, cuyo resultado es cegar la realidad de los jóvenes, transformándolos en parte de su ejército para la guerra de populismo abierta.
Un ejemplo de esto son las actividades académicas que se realizan con jóvenes estudiantes. Su mayoría son vírgenes políticos o con un escaso conocimiento de la misma; en resumidas cuentas, un blanco vulnerable. Gracias a esto, la mayoría de jóvenes que participan en sus “actos políticos” se convierten en un codiciado objeto de manipulación.
En estos contextos se cuestionan conflictos con cierta ambigüedad, poca visión y más emoción de sentirse partícipes que de generar un cambio. Este hecho hace que lo que empezó como un “compartimiento de ideas para nuestro desarrollo” se convierta en una publicidad gratuita, como instrumentalización simbólica de que el gobierno “está trabajando”; sin embargo, a largo plazo, los resultados demuestran todo lo contrario.
No obstante, estas estrategias de politiquería no son nuevas. En la Cuba de Fidel Castro, este método era el arma más poderosa para ganar popularidad y mantener las mentes jóvenes distraídas, bajo acciones cargadas con una dosis de sentimentalismo y manipulación disfrazada de participación juvenil, como los festivales de regocijo donde se vanagloriaba la imagen de Castro a través de un agradecimiento cuestionable, y los encuentros cara a cara con la juventud.
Esta es una estrategia que en República Dominicana se repite como fórmula.
En este mismo contexto, sin dejar de lado las “oportunidades” que le ofrece el gobierno dominicano a “todos” los jóvenes para que puedan desarrollarse de manera efectiva, cabe destacar que su apatía política los arrastra a una fosa de conformismo y afecto condicionado. Ya que, cuando el gobierno ejerce una de sus actividades más básicas como muestra de apoyo hacia el desarrollo juvenil, estos, aun siendo conscientes de los conflictos, ineficiencias y actitudes negativas de la política con hipertensión arterial de hoy, se sienten con el compromiso de ser promotores a ojos cerrados y con alzhéimer prematuro.
El reloj ya ha llegado a su fin. Es hora de que los jóvenes dominicanos despierten y entiendan que son los verdaderos líderes del país. Puesto que la cara de la política dominicana es un rostro joven, y esto no es una simple percepción, es un hecho que se refleja en nuestro pasado.
La sangre nueva debe desayunar, almorzar, merendar y cenar política. Si lo hacen bien, no se morirán de hambre.
Debemos aceptar que con la juventud no se hace política; la juventud es la política. Ya basta de contar a través de discursos vagos lo que ellos son capaces de lograr. La única manera de mostrar el valor que hay por la juventud es dejarlos hacer, no invitarlos a escuchar.
Así como en 1838 nació el patriotismo, hoy debe renacer la conciencia política en todos los jóvenes dominicanos.