El horizonte del Malecón cambia para siempre con la partida de uno de sus referentes más queridos. El Vesuvio, restaurante que por más de seis décadas fue sinónimo de encuentro, tradición y buena mesa, cierra su ciclo con la demolición de su sede original para dar paso a un proyecto de dos torres residenciales de 22 pisos.
Su historia comenzó en 1954, cuando el chef napolitano Annibale Bonarelli decidió instalar en Santo Domingo una propuesta gastronómica inexistente hasta entonces: auténtica cocina italiana con vista al mar Caribe. Con un horno de pizza traído desde Nueva York y apenas unas cuantas mesas, el lugar pronto se convirtió en punto de reunión de familias, empresarios, artistas y visitantes ilustres.A lo largo de los años, el Vesuvio no solo fue testigo de celebraciones y momentos inolvidables, sino que también marcó pauta en el servicio y la hospitalidad. Remodelaciones, innovaciones tecnológicas y un menú que combinaba la tradición italiana con el paladar dominicano lo consolidaron como un ícono de la capital.“Mi padre siempre cuidó cada detalle, desde la calidad de los ingredientes hasta el trato personal a cada cliente. Para nosotros, el restaurante era como un miembro más de la familia”, expresó Enzo Bonarelli, quien asumió la administración en la década de 1970 y modernizó su operación sin perder su esencia.Aunque el restaurante cerró sus puertas en 2016, su demolición marca un momento simbólico: el adiós definitivo a un espacio que formó parte de la memoria colectiva del país. Para muchos dominicanos, el Vesuvio representó el lugar donde el mar, la buena comida y las mejores conversaciones se encontraban en una sola mesa.“Las recetas siguen vivas y la historia no termina aquí. Dependerá de las nuevas generaciones decidir si esta tradición volverá a encenderse en algún otro rincón de Santo Domingo”, concluyó Bonarelli.
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