lunes, agosto 4, 2025
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Editoriales

La política de los bots

En la era digital, la primera línea de batalla política no está en las plazas ni en los debates, sino en las redes sociales. Apenas se publica algo sobre un candidato, surge una oleada de cuentas —a veces reales, muchas veces falsas— listas para defenderlo si el post es negativo o para aplaudirlo si es positivo. La estrategia es clara: controlar la narrativa desde el segundo cero, moldear la percepción antes de que la opinión pública madure.

En teoría, es un movimiento inteligente: saturar el espacio de comentarios para ahogar voces críticas y amplificar mensajes favorables. En la práctica, es un liderazgo hueco. La gente no es ingenua; reconoce cuando hay un ejército de perfiles repetitivos, todos con la misma retórica, todos sospechosamente activos en horas y temas coordinados. Saben que muchos de esos “defensores” están en nómina y que su fervor no nace de convicción, sino de contrato.

El problema es que esta táctica no construye reputación ni credibilidad. Al contrario, erosiona la confianza, porque exhibe miedo a la confrontación auténtica. Un liderazgo que depende de bots para sostenerse es un liderazgo que se sabe frágil. Puede maquillar la conversación digital, pero no puede maquillar la realidad.

En política, la narrativa importada por algoritmos se estrella contra el muro de los votos. Y cuando las urnas hablan, no cuentan “likes” ni “shares”: cuentan respaldo real. Allí se mide si el eco que se escuchaba en las redes era la voz del pueblo… o solo el zumbido de un enjambre artificial.

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