Poco menos de una semana fue celebrado el Día Mundial del Linfoma, una enfermedad que afecta al sistema linfático, pieza clave del sistema inmunológico responsable de defender al organismo frente a infecciones y enfermedades.
"Esta patología se origina cuando los linfocitos, un tipo de glóbulos blancos, sufren alteraciones genéticas que los llevan a multiplicarse sin control", explica la doctora Tamayra Cumba, hematóloga clínica de IntraCare Center.
Sobre los tipos, dice que hay dos grandes categorías: el linfoma de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin. Ambos nacen en los linfocitos, pero difieren en el tipo de células comprometidas, en su evolución y en la manera en que responden al tratamiento.
El linfoma de Hodgkin se caracteriza por la presencia de las llamadas células de Reed-Sternberg y suele tener un comportamiento más predecible, con altas tasas de supervivencia cuando es diagnosticado a tiempo.
Mientras que, el linfoma no Hodgkin incluye un amplio abanico de subtipos con manifestaciones variables: puede avanzar de manera agresiva o lenta y afectar no solo los ganglios, sino también órganos como el hígado, el bazo, los pulmones o la médula ósea.
Síntomas y señales de alerta

El diagnóstico temprano es complejo, pues los síntomas suelen ser poco específicos. La Dra. Cumba advierte sobre señales que no deben pasar desapercibidas:
- Inflamación indolora de los ganglios linfáticos en cuello
- Axilas o ingle
- Fiebre persistente
- Sudoración nocturna excesiva
- Pérdida de peso sin causa aparente
- Fatiga prolongada
- Picazón en la piel
La confirmación del linfoma se realiza mediante una biopsia del tejido afectado, generalmente de un ganglio linfático.
Esta muestra es analizada en laboratorio y complementada con estudios de sangre e imágenes, entre ellas tomografías, resonancias y, especialmente, el PET Scan con fluorodesoxiglucosa (FDG), una herramienta de gran precisión que permite detectar actividad metabólica anormal en etapas tempranas.
A partir de la biopsia, los patólogos aplican técnicas como la inmunohistoquímica, que utiliza anticuerpos para marcar proteínas específicas en el tejido. Esta técnica, esencial para identificar el tipo exacto de linfoma, resulta clave en la elección del tratamiento más adecuado.
Hoy en día, las terapias dirigidas representan un avance importante, ya que atacan únicamente las células malignas, reduciendo los efectos secundarios y aumentando la eficacia del tratamiento.
Prevención y cuidado
Aunque no existe un método garantizado para prevenir el linfoma, sí se han identificado factores de riesgo como algunas infecciones virales, inmunodeficiencias o exposición a sustancias químicas. Si bien el estilo de vida no es una causa directa, mantener hábitos saludables fortalece el sistema inmunológico y favorece la prevención en general.
Los especialistas recomiendan chequeos médicos periódicos, una buena higiene, descanso adecuado y manejo del estrés.
Evitar el tabaco, moderar el consumo de alcohol, llevar una dieta balanceada rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales, así como realizar actividad física regular, son prácticas que contribuyen a mejorar la calidad de vida y disminuir riesgos.
Fuente: Diario Libre
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