miércoles, octubre 22, 2025
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Editoriales

La sociedad del engaño

En este país, la estafa no es una sorpresa: es un ritual que se repite con precisión matemática. Wilkin García Peguero, alias “Mantequilla”, fue condenado por prometer retornos imposibles, desplumar multitudes y jugar con la codicia colectiva. Cumplió su condena, salió a la calle… y en cuestión de días ya está otra vez levantando su circo financiero en Sabana Grande de Boyá. Y la gente, como si el pasado no existiera, vuelve a caer con la misma sonrisa de quien cree que esta vez sí será diferente.

Aquí no hay memoria. Ni vergüenza. Ni voluntad de aprender. El dominicano no quiere ahorrar: quiere pegarse. No quiere sembrar: quiere cosechar sin haber tocado la tierra. Y en esa lógica de atajos y sueños de riqueza exprés, los Mantequillas siempre encuentran terreno fértil para florecer.

La culpa no es solo del estafador —él juega su papel—. La culpa es de una sociedad que se niega a madurar, que glorifica al “vivo” y desprecia al que se cuida. Que celebra la trampa cuando beneficia y la llora cuando explota en la cara. “Engáñame una vez, la culpa es tuya. Engáñame dos, la culpa es mía”. Aquí nos engañan mil veces… y todavía aplaudimos.

Mientras sigamos confundiendo astucia con inteligencia, codicia con oportunidad y trampa con “tigueraje”, este país seguirá siendo el paraíso de los estafadores. Mantequilla no es el culpable de todo. Es el espejo. Y en ese espejo, tristemente, se refleja un país que no aprende.

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