Santiago está como una arepa: caliente por arriba y por abajo. La ciudad corazón late acelerada, no por fiestas ni por béisbol, sino por el estruendo de unas acusaciones que comienzan a arrancar máscaras y a poner nombres y apellidos donde antes solo habían rumores. Las delaciones ligadas al exdiputado condenado por narcotráfico Miguel Gutiérrez Díaz no solo rozan los bordes del poder: los atraviesan.
En Santiago ya no se habla en voz alta. Se susurra. Se revisan chats, se borran fotos, se limpian expedientes viejos. Las farmacias, mientras tanto, están en temporada alta de antidiarreicos: el miedo provoca efectos inmediatos. Porque todos saben lo que viene: el que se va, canta… y canta con libreto, fechas, cuentas y apellidos que no admiten excusas.
Este no es un calor pasajero. Es el inicio de un incendio político-empresarial que amenaza con dejar al descubierto las redes finas que siempre unieron dinero, poder y silencio. Y lo más revelador no será lo que ya se dijo, sino lo que falta por decir. Porque en esta orquesta de delaciones, cada nota que sale de una celda retumba en una oficina con aire acondicionado. Santiago arde… y más de uno ya huele a arepa quemada.
Somos EL TESTIGO. Una forma diferente de saber lo que está pasando. Somos noticias, realidades, y todo lo que ocurre entre ambos.
Todo lo vemos, por eso vinimos aquí para contarlo.