miércoles, octubre 22, 2025
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Editoriales

Las reglas del recreo

La vida es un recreo largo y sin timbres que avisen cuándo se termina. Y en ese recreo siempre hay alguien que, con una sonrisa torcida, viene a quitarte la lonchera. Lo hace porque puede, porque nadie lo detiene, porque tu silencio le dio permiso. Día tras día, esa lonchera deja de ser tuya y se convierte en trofeo de su impunidad. Y mientras tanto, tú aguantas. Pero toda paciencia tiene fecha de vencimiento.

Porque la lonchera te la quitan… hasta un día. Ese día no hay advertencias, no hay explicaciones, no hay discursos morales. Solo hay un loncherazo seco, certero, que le enseña lo que las palabras no pudieron: que tu paciencia no era eterna, era apenas una tregua. El que antes reía, de repente entiende. Y no vuelve a joder. No por arrepentimiento, sino porque aprendió —de la manera más clara— que contigo no se juega.

El respeto no se mendiga, se impone. Y cuando alguien cruza la línea y se mete con lo personal, ya no hay códigos ni reglas de recreo que valgan. El que agrede aprende que no hay abuso sin costo y que la dignidad, cuando despierta, no negocia. Desde ese día, el recreo cambia. No porque haya justicia, sino porque entendió que ya no puede quitarte nada.

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