jueves, septiembre 25, 2025
spot_img
spot_img

Editoriales

Nunca subestimar al Estado

En elecciones, el Estado no es un actor: es el escenario. Puede estar astillado, impopular, fatigado… pero sostiene un piso de alrededor del 35%. No es mística, es mecánica: nóminas que llegan, programas que alivian, alcaldías que mueven, suplidores con incentivos, capilaridad en cada distrito. 

La memoria reciente lo grita. En 2020, con 16 años de desgaste, cacerolazos en ventanas, Marcha Verde en las calles, Plaza de la Bandera en vigilia y la llamada de Mike Pompeo cortando la reelección, la candidatura oficialista marcó 37%. ¿Magia? Ninguna. Operación. Logística. Territorio. La estructura herida camina, y cuando camina arrastra.

Por eso, confundir ambiente con matemática es el autoengaño más caro. La ola moviliza, pero sin estructura se rompe en la orilla. Los likes no custodian urnas. Los hilos virales no reemplazan delegados. Las consignas no sustituyen el mensaje al centro: empleo, precios, seguridad, continuidad de servicios.

Tampoco el oficialismo está blindado. Ese 35% puede ser salvavidas o ancla. La soberbia y la improvisación lo convierte en techo.. La inflación muerde silenciosa; la inseguridad erosiona sin notas de prensa. Un Estado que no corrige convierte su ventaja en lastre.

Lección para todos: el Estado garantiza inercia, no victoria. El hartazgo garantiza ruido, no mayoría. Gana quien haga la suma difícil: aparato + centro + credibilidad + vigilancia del voto. El 35% se hereda; el 51% se suda. Y las elecciones, aquí, premian a los que sudan.

Website |  + posts

Somos EL TESTIGO. Una forma diferente de saber lo que está pasando. Somos noticias, realidades, y todo lo que ocurre entre ambos.

Todo lo vemos, por eso vinimos aquí para contarlo.

RELACIONADAS