martes, mayo 13, 2025
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Editoriales

Si quieres conocer a Mundito, dale un carguito

Pocas frases dominicanas condensan tanta sabiduría popular como esta. En solo ocho palabras, el pueblo ha capturado una verdad amarga pero frecuente: el poder revela, no transforma. Y cuando ese poder viene en forma de un puesto público, los efectos pueden ser tan evidentes como decepcionantes.

¿Cuántas veces hemos visto a alguien llegar a un cargo y, de inmediato, romper el contacto visual, abandonar el saludo con la mano, dejar de contestar llamadas o fingir no conocer a quienes ayer le tendían la mano? Es como si al cruzar la puerta de una institución, se activara un hechizo que borra el pasado, distorsiona la humildad y reemplaza el compromiso por soberbia.

El fenómeno no es nuevo. En el país, el ascenso al “carguito” suele percibirse como la llegada a una cima social desde la cual ya no se rinden cuentas, no se mantienen lealtades y, a veces, ni te reconocen. El acceso a un despacho climatizado y a una firma que ordena más de lo que escucha transforma a muchos en caricaturas de sí mismos: engreídos, desconectados, inmunes al dolor de la gente que antes los rodeaba.

Pero los cargos públicos, por muy prestigiosos que parezcan, son transitorios. Pasan como pasan los gobiernos, los contratos, los aplausos. Lo único que permanece es la huella que dejamos: cómo tratamos a los demás cuando teníamos el poder para ignorarlos.

Recordemos que el respeto, la decencia y la memoria no deben dimitir cuando se asume una función pública. Al contrario, es cuando más deben aflorar. Porque si algo nos enseña esta frase popular es que todos, tarde o temprano, volvemos a ser simplemente “Mundito”. Y en ese momento, será tarde para fingir cercanía o humanidad.

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