martes, octubre 14, 2025
spot_img
spot_img

Editoriales

La energía de la opacidad

Otra barcaza llegó a Azua. La cuarta. Sin aviso, sin comunicado, sin ministro dando la cara. Mismo modus operandi que la tercera: amanece, flota y nadie sabe nada. Esta vez, la más grande de todas —240 megavatios—, zarpó desde Cuba en agosto y atracó en octubre, dos meses de travesía en los que hubo tiempo de sobra para informar. Pero no. Se eligió el silencio.

Y ahí está el verdadero problema: no en la barcaza, sino en la sombra. ¿Cuál es la razón para no avisar a la ciudadanía? ¿Por qué no transparentar una operación de ese tamaño? ¿Qué se gana esperando a que el país despierte con una mole frente a su costa? Si todo estaba en regla, ¿por qué esconderlo? Si la necesidad era real, ¿por qué no comunicarla?

La transparencia no es un lujo: es un deber. Y cuando el poder se refugia en la oscuridad, es porque algo teme que la luz revele. Esta barcaza —como las anteriores— no llegó solo a suplir energía: llegó a recordarnos que hay un sistema que se mueve sin explicar, que confunde urgencia con impunidad, que gobierna por sorpresa.

La falta de información no es un descuido, es una estrategia. Pero cada vez que se oculta algo al país, se abre el derecho a investigar y auditar. Porque si no hay claridad, la sospecha ilumina. Y lo que hoy flota en Azua ya no es solo una planta eléctrica: es el reflejo de un modelo que se hunde en su propio silencio.

Pero tanta sombra tarde o temprano llama a la luz. Y esa luz terminará alumbrando lo que se quiso esconder.

Website |  + posts

Somos EL TESTIGO. Una forma diferente de saber lo que está pasando. Somos noticias, realidades, y todo lo que ocurre entre ambos.

Todo lo vemos, por eso vinimos aquí para contarlo.

RELACIONADAS