Retatrutide, conocido por muchos como “el próximo Mounjaro pero más fuerte”, es un nuevo fármaco inyectable que ha despertado una ola de expectativas —y de peligros—.
Desarrollado por Eli Lilly, este compuesto es un agonista triple de los receptores GIP, GLP-1 y glucagón, lo que significa que actúa sobre tres vías metabólicas al mismo tiempo.
En estudios preliminares de fase 2, demostró pérdidas de peso de hasta 24 % en 48 semanas, cifras que superan incluso las de tirzepatida (Mounjaro), el estándar actual de la clase.
Sin embargo, detrás de los titulares espectaculares, hay un problema: retatrutide no está aprobado en ningún país. Los datos disponibles proceden solo de estudios controlados con monitoreo médico y seguimiento estrecho de los efectos secundarios.
Aun así, ya circulan por redes sociales y sitios no regulados supuestas versiones del fármaco, vendidas como “para investigación” o “retatrutide research use only”. Su origen es incierto, y su uso representa un riesgo real de contaminación, errores de dosificación e inyecciones sin control sanitario.
Cómo actúa

Desde el punto de vista fisiológico, el interés en retatrutide es comprensible.
Al activar el receptor de glucagón, se estimula un leve aumento del gasto energético y de la oxidación de grasa; el receptor GLP-1 disminuye el apetito y retrasa el vaciamiento gástrico; y el GIP modula la secreción de insulina y puede atenuar los efectos gastrointestinales de los otros dos.
El resultado: una triple sinergia teórica que promete mayor eficacia en obesidad y diabetes tipo 2. Pero los mismos mecanismos pueden generar náuseas intensas, vómitos, diarrea, deshidratación y alteraciones biliares.
A diferencia de Mounjaro, que ya cuenta con estudios fase 3 y aprobación por la FDA, retatrutide aún se encuentra en fase de ensayo clínico. No existen datos de seguridad cardiovascular, de mantenimiento de peso a largo plazo ni de impacto en la masa magra.
Por eso, cualquier comparación directa entre ambos es, por ahora, especulativa. Decir que “es más potente” carece de sustento científico hasta que haya ensayos cabeza a cabeza.
El problema más grave no es la investigación, sino la venta anticipada y el uso clandestino. Las personas que adquieren inyectables no aprobados corren el riesgo de recibir productos falsificados o formulaciones caseras sin control de esterilidad.
Ya se han reportado casos de infecciones locales, hipoglucemia severa y hospitalizaciones por errores de dosis con productos de esta clase.
Retatrutide podría convertirse en el próximo gran avance en farmacoterapia para la obesidad, pero aún no está listo para salir del laboratorio. Usarlo antes de tiempo no es innovación: es imprudencia.
Y no sería la primera vez —eso mismo ocurrió con tirzepatida—, cuando antes de su aprobación también se vendía de forma clandestina, muchos se aprovecharon para lucrarse a expensas del riesgo de sus pacientes generando complicaciones y confusión hasta que la ciencia y la regulación marcaron el camino correcto.
Y algo fundamental: ningún medicamento sustituye el esfuerzo diario en la alimentación equilibrada, la actividad física y los hábitos sostenibles. Las inyecciones pueden ayudar, pero el cambio real comienza y se mantiene en el estilo de vida.
Fuente: Diario Libre
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