martes, julio 15, 2025
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Editoriales

El martillo y el clavo

Hay quienes, al llegar al poder, olvidan de inmediato el camino que recorrieron. Olvidan quién los ayudó, quién los esperó, quién los sostuvo en el silencio. Se creen iluminados, imprescindibles, invulnerables. Y entonces empiezan a golpear. Golpean con decretos, con despidos, con indiferencia. Golpean con soberbia, como si el cargo les garantizara impunidad vitalicia. Como si la vida no diera vueltas. Como si nunca les tocara pagar.

Y sin embargo, les toca. Siempre les toca.

Aquí, los martillos tienen fecha de vencimiento. Y el clavo, por más hundido que esté, aprende a mirar con paciencia. Porque sabe que el poder no perdura. Que los autoritarios de hoy serán los escándalos de mañana. Que los que ahora gozan del privilegio de ordenar, pronto estarán suplicando por una llamada que no llega, por una justicia que no conocieron cuando estaban del otro lado.

La historia dominicana está llena de esos rostros. Rostros que antes gritaban y hoy bajan la cabeza. Que antes daban ruedas de prensa y hoy no quieren ver un micrófono. Que antes se creían amos del juego y ahora apenas peones de una partida que ya no controlan.

Y lo más irónico es que cuando el martillo cae, nadie sale a defenderlo. Porque sembraron miedo, no respeto. Impusieron autoridad, no liderazgo. Y el miedo no construye lealtades duraderas; apenas obedece… mientras puede.

Así que si hoy tienes poder, úsalo con memoria. Con humanidad. Porque cuando seas clavo —y créeme, lo serás— no habrá martillo que te defienda. Solo quedará el eco de tus propios golpes.

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