La reciente reaparición pública de Gonzalo Castillo ha generado más preguntas que respuestas dentro del PLD. Durante meses, todo apuntaba a que Francisco Javier García sería el candidato natural, el puente entre la vieja guardia y la renovación. Pero ahora, con Gonzalo nuevamente en escena, el panorama se enturbia.
¿Es esto una jugada de Danilo Medina para retomar el control interno del partido? Todo indica que sí. Gonzalo fue su alfil en 2020, impuesto contra viento y marea. Y aunque los resultados fueron catastróficos, el danilismo parece más interesado en preservar cuotas de poder que en construir una candidatura ganadora. ¿Será Gonzalo solo una maniobra de presión, un “cuco” para condicionar negociaciones internas?
El regreso de Castillo también entierra, al menos momentáneamente, la posibilidad de tender puentes con la Fuerza del Pueblo. Francisco Javier, por su parte, representa una figura más neutral, con menos heridas abiertas en la memoria reciente de Leonel Fernández. Su ascenso podría allanar el camino hacia una eventual coalición opositora. Pero Danilo aún no da señales de querer reconciliar esas viejas rencillas, y en ese estancamiento, la oposición pierde fuerza.
La gran pregunta no es si Gonzalo volverá a ser candidato, sino qué se está negociando tras bambalinas. ¿Se trata de mantener el control del comité político? ¿De influir en las alianzas? ¿O simplemente de evitar que el PLD escape de la sombra de Danilo?
Mientras tanto, el panorama se complica. La fragmentación dentro del PLD no solo pone en riesgo su futuro como fuerza política relevante, sino que debilita cualquier posibilidad real de enfrentar al oficialismo en 2028. La reaparición del “Penco” no trae unidad, sino sospechas. Y el tiempo para recomponer las piezas se agota.
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