En 1953, mientras ejercía como profesor en la Universidad de Puerto Rico, Eugenio Fernández Granell pintó una obra singular: Animal acosado, dedicada a Juan Ramón Jiménez. La imagen de ese ser mitológico —mitad toro, mitad mujer— resume su propio tránsito: artista exiliado, intelectual indómito y pedagogo visionario.
Granell no solo transformó la pintura surrealista. Transformó también las aulas.
Durante su exilio, dejó huella en tres contextos claves:
📍 Escuela Nacional de Bellas Artes, Santo Domingo
📍 Universidad de Puerto Rico, San Juan
📍 Brooklyn College, Nueva York
Su docencia no consistía en transmitir contenidos, sino en activar la imaginación como vía de conocimiento. Enseñaba pintura, literatura comparada, estética, pero sobre todo enseñaba a mirar: sin dogmas, sin fórmulas, sin miedo.
En una foto familiar de la época, lo vemos junto a su esposa Amparo y su hija Natalia. Tras ellos, colgado en la pared, aparece el "animal acosado": símbolo de ese maestro que no se imponía, sino que sugería; que no instruía, sino que despertaba.
Desde mi propio compromiso con el legado del exilio republicano español en el Caribe, figuras como Granell, Gausachs o Vela Zanetti ocupan un lugar esencial. No solo fueron artistas. Fueron arquitectos de pensamiento libre en territorios de transición.
Hoy, en este Día del Maestro, recupero su figura con gratitud y admiración. Porque necesitamos educadores como él: lúcidos, imaginativos y capaces de enseñar a mirar lo invisible.