sábado, agosto 9, 2025
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Editoriales

Los que traen y llevan

En la política dominicana hay un espécimen que sobrevive a todos los cambios de gobierno: el traficante de chismes. No tiene cargo oficial ni responsabilidad clara, pero goza de acceso privilegiado a despachos, almuerzos y pasillos donde se toman decisiones. Su trabajo no es construir, sino intoxicar. Va donde uno, escucha algo —a veces medio dicho, a veces inventado— y lo lleva a otro, sazonado para encender sospechas. Luego vuelve con la “reacción” y así mantiene vivo un ciclo de desconfianza.

Esta figura es letal porque opera en la sombra. No necesita un micrófono ni redes sociales: su poder está en manipular el oído correcto. En gobiernos inseguros o partidos divididos, su influencia se multiplica; logra que ministros desconfíen entre sí, que un presidente mire de reojo a sus aliados y que un proyecto se hunda sin siquiera llegar a discutirse.

Son termitas políticas: carcomen la estructura de la confianza, desvían la atención de los grandes problemas nacionales y reducen el debate a intrigas de pasillo. Mientras el país espera decisiones sobre economía, seguridad o educación, ellos mueven los hilos para que la agenda sea “quién dijo qué” y “a quién le tiraron”.

El peligro es que muchos líderes, en lugar de expulsarlos, los premian. Creen que son útiles para “medir el ambiente” o “controlar narrativas”, sin entender que su único compromiso es con el caos que los alimenta. Si no se les pone freno, no hay gobierno que aguante. Porque un país no se gobierna con rumores, sino con visión, carácter y hechos.

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