miércoles, julio 9, 2025
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Editoriales

La comunicación en la era de TikTok y la IA

Abrimos TikTok y nos encontramos con un video: un grupo de mecánicos comparte unas cervezas que les ofreció el dueño del taller para celebrar que es viernes y —según dice— se lo merecen.

Luego aparecen otros clips del mismo taller, con miles de reproducciones y cientos de comentarios. Es evidente que su contenido entretiene a una audiencia amplia y diversa.

Visitamos la cuenta de Duolingo y observamos una interacción aguda, impregnada de humor negro. Miles de usuarios comentan sus avances en la aplicación, mezclándolos con anécdotas personales que el equipo de Duolingo responde con un sarcasmo casi corrosivo, pero inteligentemente calibrado, sin cruzar límites indebidos.

Lo que estamos presenciando no es una moda pasajera, sino una transformación consolidada. Antes, las empresas recurrían a boletines: papel, correos físicos, archivos PDF enviados por email. Todo era cerrado, estructurado, cuidadosamente controlado.

Se definía qué decir, cómo decirlo y a quién decirlo. Hoy, esa lógica ha quedado obsoleta. El mensaje ya no es una línea recta, sino una red donde múltiples actores intervienen y reaccionan.

Quienes estudiamos comunicación o marketing recordamos las clases de Teoría de la Comunicación: la aguja hipodérmica y/o el modelo de Shannon y Weaver. En el primer caso, el mensaje era unidireccional y penetraba la conciencia del receptor sin resistencia. En el segundo, se contemplaba una retroalimentación, pero aún dentro de un marco controlado.

Esta estructura ha sido completamente desbordada. Hoy recibimos cientos de mensajes simultáneos, orientados a múltiples objetivos. Pretender mantener el control a través de canales cerrados, como listas de correo, no solo es lento y costoso, sino también irrelevante. En contraste, TikTok está diseñado algorítmicamente para fomentar un desplazamiento continuo y adictivo.

Meta invierte de forma sostenida en perfeccionar sus algoritmos para maximizar el tiempo de permanencia de los usuarios en sus plataformas. En ambos escenarios, la consecuencia es clara: las marcas que aspiran a conectar deben comprender cómo operan estas dinámicas, integrarse en las tendencias y participar activamente en la conversación.

Las plataformas reescribieron las reglas del juego. En X (antes Twitter), el contenido se prioriza según la actividad reciente, las interacciones generadas y las cuentas más afines. En Instagram, el algoritmo evalúa "likes", mensajes directos y la duración de visualización de historias.

En TikTok, cada video compite en un flujo que aprende y se adapta al gusto del usuario con cada movimiento del dedo. En este entorno, el discurso corporativo tradicional pierde eficacia: lo que se premia es aquello que genera respuesta.

Ese es el punto esencial: las marcas ya no controlan el mensaje de forma unilateral. Lo que publican se integra en una conversación abierta. Si conecta, se multiplica. Si no, desaparece. No importa tanto el tamaño de la empresa, sino su capacidad para comprender la lógica algorítmica y sintonizar con el ritmo de su audiencia.

Si la tendencia gira en torno al meme de “cómo el genio malinterpretó mi deseo”, ¿puede tu marca integrarse a esa narrativa sin forzar su autenticidad?

Una realidad  ineludible

Infografía
El paradigma ha cambiado. (FREEPIK)

La audiencia consume imágenes generadas por inteligencia artificial donde los rostros adoptan la forma de La Sirenita o el Rey Tritón. ¿Existe una vía legítima para que tu marca intervenga en esa conversación de manera diferenciada

Aquí entra en escena la inteligencia artificial. La IA sugiere títulos, edita videos, analiza comentarios, ayuda a identificar qué contenido funciona y por qué. A veces incluso responde directamente. Sin embargo, su uso también plantea preguntas:

  • ¿Es genuino un mensaje redactado por una máquina?
  • ¿Importa si logra conectar emocionalmente con el receptor?
  • Las marcas ensayan diferentes respuestas: algunas lo ocultan, otras lo asumen con transparencia.

La realidad es ineludible: el paradigma ha cambiado. Ya no se trata de controlar la narrativa, sino de sostener una conversación continua.

Las empresas que comprenden esta lógica —como Duolingo o ese taller mecánico de TikTok— alcanzan algo más valioso que la visibilidad: construyen comunidad. Y en el mundo actual, esto tiene más valor que cualquier boletín.

Fuente: Diario Libre

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