jueves, diciembre 4, 2025
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Editoriales

La República del Desorden

La República Dominicana vive inmersa en una sociedad del desorden donde nada funciona por confianza y casi todo por sospecha. El caos no viene solo del Estado que improvisa, retrasa o falla; también viene de una cultura que convirtió el truco, la ventaja y el tigueraje en herramientas legítimas de vida. Aquí el desorden no sorprende: se espera.

El ciudadano entiende desde temprano que debe ser su propio árbitro, su propio guardia y su propio semáforo. Un verde no garantiza el cruce, una vía no garantiza la dirección, una queja no garantiza respuesta. Esa incertidumbre pública se mezcla con la incertidumbre social: desconfiamos del otro porque sabemos que el otro está listo para aprovechar cualquier descuido. Y así, se vive moca, como reflejo natural, no como exageración.

Por eso salimos sin prendas, escondemos el celular, nos tensamos ante un motor detrás, miramos ambas vías aunque la calle dicte otra cosa y caminamos calculando para no “dar papaya”. No es paranoia; es adaptación a un terreno donde el Estado no ordena y la cultura no contiene.

El problema es que este modo de vida se volvió identidad. Aplaudimos al vivo, justificamos el abuso pequeño, toleramos el atajo porque “así se resuelve aquí”. Ese “así” es precisamente lo que nos mantiene atrapados: una mezcla de instituciones débiles y ciudadanía desconfiada que reproduce el desorden día tras día.

Una sociedad que vive en alerta permanente no progresa: se defiende. No construye: maniobra. No confía: calcula.

El desafío dominicano es romper esa ecuación. Cuando dejemos de medir cada paso como si fuera un riesgo, comenzará a aparecer la República Dominicana que aún no conocemos: la que funciona.

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