¿Alguna vez has sentido tristeza profunda y, al mismo tiempo, una inquietud que no te deja en paz?
Eso es, más o menos, lo que se conoce como depresión agitada. Aunque no es un diagnóstico oficial, es un término que muchas personas usan para describir ese combo emocional de tristeza intensa y ansiedad que puede hacer que uno se sienta al límite.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR) ayuda a identificar la depresión, pero no define la “depresión agitada” como tal. Por eso, el abordaje dependerá de la combinación de síntomas y de la historia personal del paciente.
Cómo reconocerlo: la mezcla de emociones que desestabiliza

La depresión agitada no es solo estar triste. Es sentir que tu cuerpo y tu mente no descansan. Algunos de los signos más comunes son:
- Tristeza o desesperanza casi todos los días.
- Pérdida de interés en cosas que antes disfrutabas.
- Cambios en el apetito o el peso.
- Problemas para dormir (ya sea demasiado o muy poco).
- Sensación de inquietud, caminar de un lado a otro o hablar sin parar.
- Fatiga, falta de concentración o culpa excesiva.
- Pensamientos recurrentes sobre la muerte o autolesión.
La agitación puede ser sutil al principio, como inquietud en las manos, o más evidente: caminar sin parar, arrebatos de irritación, tensión constante. Y sí, puede afectar tu vida diaria, tus relaciones e incluso tu seguridad.
Por qué sucede
Desde un informe publicado en la plataforma Medical News Today, aseguran que no hay una única causa. La agitación puede aparecer por depresión, bipolaridad, estrés extremo o incluso por factores físicos como infecciones, cambios hormonales o consumo de sustancias.
Muchas veces ni la persona afectada ni su entorno pueden identificar la causa exacta.
La importancia de escuchar
Si notas que la agitación empieza a afectar tu día a día, es momento de buscar ayuda profesional. El médico evaluará tu historial, los síntomas, cambios de hábitos y consumo de sustancias. Aquí, quienes te rodean pueden ser un gran apoyo, aportando información clave que quizá tú no percibas.
Aunque la “depresión agitada” no está en los manuales clínicos como diagnóstico oficial, identificar los síntomas y combinarlos con la historia personal ayuda a trazar un plan de tratamiento.
Tratamiento a tu medida

No hay fórmula mágica, pero sí caminos que funcionan:
- Medicamentos sedantes: solo en casos graves, para calmar la agitación.
- Antidepresivos: pueden tardar entre 2 y 4 semanas en hacer efecto y, a veces, se combinan con ansiolíticos o estabilizadores del ánimo.
- Terapia psicológica: un espacio seguro para hablar, entender tus emociones y aprender herramientas para manejar la tensión.
Cada persona necesita su propia combinación de estrategias; muchas veces es un proceso de prueba y error.
Pequeños hábitos que marcan la diferencia
Además del tratamiento profesional, hay rutinas que ayudan a manejar la agitación y la tristeza:
- Sal a caminar o busca un espacio tranquilo cuando la tensión aparezca.
- Comparte cómo te sientes con alguien de confianza.
- Presta atención a tu cuerpo: hambre, sed, cansancio… todo influye en el ánimo.
- Mantén una rutina de ejercicio físico y horarios regulares de sueño.
- Practica técnicas de relajación como meditación o respiración profunda.
- Dedica tiempo a actividades que disfrutes: leer, escribir, jardinería, pasar tiempo con amigos.
Y recuerda, si los pensamientos de autolesión o suicidio aparecen, busca ayuda médica de inmediato. Hablar y confiar en los profesionales puede ser la diferencia entre sentirse atrapado en la tormenta o comenzar a ver la luz al final del túnel.
La depresión agitada nos recuerda que la salud mental es tan importante como la física. Reconocer las señales, buscar apoyo y cuidar de ti mismo son pasos esenciales para vivir con más tranquilidad y bienestar.
Fuente: Diario Libre
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