miércoles, junio 18, 2025
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Editoriales

Las fábricas europeas de automóviles tienen un problema de tierras raras con China

La industria automovilística italiana ha hecho un llamamiento al Gobierno con una carta dirigida a la primera ministra Giorgia Meloni y a los ministros competentes para evitar el cierre de fábricas provocado por las medidas drásticas de China sobre las tierras raras.

La crisis estalló el pasado abril, cuando Pekín impuso restricciones a la exportación de siete elementos medios y pesados de tierras raras en respuesta a los aranceles impuestos por el presidente estadounidense, Donald Trump, a los productos chinos. Las nuevas normas obligan a las empresas chinas a obtener licencias especiales para cada exportación, creando un cuello de botella burocrático que ya ha paralizado varias plantas europeas. De hecho, ya se ha paralizado la planta de Ford en Estados Unidos y se ha suspendido la producción de Suzuki en Japón.

Anfia, la asociación que representa a toda la cadena de suministro de la automoción italiana, ha hecho este llamamiento urgente para activar la red diplomática con Pekín a través de la embajada italiana en China y los contactos gubernamentales directos con el Ministerio de Comercio chino, ya que China controla el 90% del mercado mundial de estos elementos críticos para motores eléctricos, sensores y componentes de automoción.

El sistema chino de licencias

Las tierras raras representan el quid de la dependencia tecnológica occidental de China. Estos 17 elementos metálicos (incluidos el neodimio, el disprosio, el terbio y el gadolinio) se encuentran en más de un centenar de componentes de automoción, desde los imanes de los motores eléctricos hasta los sensores más sofisticados. Pekín domina no solo la extracción, sino sobre todo el refinado de estos materiales, una fase tecnológicamente compleja que requiere conocimientos especializados y que China nacionalizó por completo el pasado octubre.

Esta dependencia se refleja en el sistema de abastecimiento italiano, verdadero talón de Aquiles de la industria nacional. Roberto Vavassori, presidente de Anfia, explicó al Corriere que las empresas mantienen existencias limitadas "que suelen bastar para un mes, mes y medio", siguiendo el modelo just-in-time que optimiza los costos pero las expone dramáticamente a interrupciones. Cualquier retraso en los suministros chinos se traduce así en problemas inmediatos para las cadenas de montaje, desde Stellantis en Melfi hasta los cientos de proveedores de componentes repartidos por la península. "Hasta ahora ninguna de las empresas italianas ha tenido que detener la producción", señala Vavassori, "pero hemos recibido muchos informes de dificultades de suministro".

Lo que complica aún más la situación es el sistema de restricciones adoptado por Pekín, basado en un mecanismo de licencias concedidas o denegadas de forma discrecional por las autoridades chinas. La asociación europea Clepa, que representa a los proveedores de la industria automovilística, señaló que, desde abril, cientos de empresas europeas han presentado solicitudes para importar tierras raras, pero solo una cuarta parte de ellas han sido aprobadas, mientras que el resto han quedado pendientes o han sido rechazadas. Como consecuencia, la mayoría de las empresas europeas no tienen certeza sobre cuándo (o si) recibirán los materiales solicitados, lo que genera una incertidumbre que compromete la programación de la producción. Además, este sistema permite a Pekín modular la presión en función de lógicas geopolíticas, favoreciendo a las empresas de países aliados y penalizando a las de naciones consideradas hostiles, transformando así las tierras raras en un instrumento de diplomacia económica.

Primeras aperturas diplomáticas

Sin embargo, la situación mostró los primeros signos de distensión cuando, a finales de mayo, Pekín concedió licencias estratégicas a los proveedores de las tres mayores empresas occidentales: Stellantis, General Motors y Ford. Al mismo tiempo, el Gobierno chino anunció su intención de establecer un "canal verde" para agilizar las licencias a las empresas de la UE, tras las conversaciones mantenidas en París entre el Ministro chino Wang Wentao y el Comisario europeo Maros Sefcovic. Stellantis, la única empresa italiana beneficiaria de la licencia, explicó a Open que está "siguiendo de cerca la situación y colaborando con proveedores e instituciones para apoyar el proceso de autorización", logrando hasta ahora evitar "interrupciones significativas" en las plantas nacionales. Además, el grupo franco-italiano ya había dado muestras de clarividencia al invertir, junto con General Motors, 33 millones de dólares en la startup estadounidense Niron Magnetics, especializada en el desarrollo de imanes sin tierras raras.

Sin embargo, la estrategia italiana a largo plazo deberá centrarse en la innovación tecnológica para reducir la dependencia estructural de China. Como dejó claro Vavassori, "si la economía pasa realmente de la globalización a la regionalización, Europa debe encontrar la manera de hacerse más autónoma". En esta dirección, la Unión Europea ha lanzado la Ley de Materias Primas Críticas para desarrollar fuentes alternativas, aunque estos proyectos no pueden ofrecer soluciones inmediatas para la emergencia actual.

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.

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