La Copa de Oro terminó para nosotros, dejándonos buenas sensaciones. Demostramos en el mejor escenario posible que contamos con recursos para competir. Que República Dominicana tiene gente a quienes el fútbol les recorre por las venas, que lo vive, le apasiona y cuando somos capaces de organizarnos para trabajar en busca del objetivo lo hacemos sentir. Nuestra selección puso otra vez en evidencia todo lo que el atleta dominicano tiene para dar cuando se le apoya, se le cuida y sobre su talento se construyen proyectos concretos que se colocan por encima del simple discurso. Ya lo dijo en su momento el maestro Johan Cruyff, “el fútbol es una construcción de juego, de ideas, de proceso”.
Vivimos una semana donde le abrimos la boca de sorpresa a mexicanos y a ‘ticos’, pero también a mucha otra gente, incluso dentro de la isla, que no tenían idea del nivel de nuestros muchachos. Un grupo formado por los hijos de la valiosísima diáspora, Heinz, Peter, Pablo, Junior, Joao, Xavier, Noah, Juan, Edgar, Luiyi, que sienten al país con ese amor especial forjado a la distancia en base del sazón, sudor y las ganas de salir adelante de mamá y papá. Y de esos jóvenes que cada vez más practican y compiten localmente con el sueño de convertirse en profesionales como lo lograron Pichi, Jean Carlos, Edison, Edarlin, “Chivita”. Demasiado orgullo se siente al escuchar la opinión de los principales técnicos y especialistas de la región con dilatado recorrido, sobre la buena impresión que les provocó observar el juego de Dominicana en esta fase de grupos.
El compromiso, después de lo sucedido, debe alcanzarnos a todos. Tenemos selección, lo que implica darle seguimiento al día a día de cada uno nuestros jugadores en sus equipos, si son titulares, si tienen minutos en cancha, tratar de ver sus partidos los fines de semana. Pero también apoyar la LDF y el fútbol intercolegial, no ser ajenos a este fenómeno que va creciendo y tomando forma en el panorama deportivo nacional.
Tras el éxito de Marruecos en el pasado mundial de Catar, su seleccionador Walid Regragui dijo que cuando uno viene de un país que no tiene tradición, nadie espera nada de ti y eso te da una libertad inmensa para construir cosas grandes. En nuestro caso, el deseo de seguir creciendo es palpable; es un momento que debemos saber aprovechar, pues nos tocará volver en dos años para demostrar que esto que acaba de suceder fue todo menos producto de la casualidad.
Fuente: Diario Libre
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