Las inundaciones en el sur de Brasil han puesto a prueba el precario sistema de salud pública, con hospitales rodeados por el agua, pacientes trasladados apresuradamente y numerosos centros de atención afectados por esta catástrofe climática que ha dejado hasta el momento 156 muertos y 94 desaparecidos.
Las intensas lluvias que han azotado el estado de Rio Grande do Sul desde finales de abril han sumergido gran parte del municipio de Canoas, uno de los más afectados. Dos tercios de la población fueron evacuados y uno de los hospitales de la ciudad sigue rodeado por el agua.
En el Hospital de Pronto Socorro Diputado Nelson Marchezan, el agua ha cubierto casi por completo la entrada de visitantes. Un frigorífico flota alrededor. "Está perdido", en palabras del alcalde Jairo Jorge.
El impacto en la estructura sanitaria regional ha sido impresionante.
De acuerdo con estimaciones iniciales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística y la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, al menos 801 puestos de salud en 123 ciudades han sido inundados total o parcialmente.
Algunas unidades de atención básica han sido completamente destruidas. Por esta razón, se han establecido urgentemente varios hospitales de campaña, algunos administrados por las Fuerzas Armadas.
"Tenemos un volumen bastante grande (de pacientes)", afirma Cecilia Soster, enfermera a cargo del hospital de campaña instalado en Porto Alegre.
Un centenar de consultas por día
El Ejército ha instalado otro en la localidad de São Leopoldo, donde cerca de la mitad de los puestos de salud están cerrados.
"Estamos realizando un promedio de 100-120 consultas por día", relata el teniente coronel Frederico Fuhrmeister, médico que coordina la unidad.
Además, en los primeros días del desastre hubo problemas con el suministro de agua potable y medicamentos debido al corte de carreteras y al cierre del aeropuerto internacional de Porto Alegre, la capital regional, que se prevé que vuelva a funcionar solo a partir de septiembre.
Los trasplantes de órganos se suspendieron durante dos semanas y se reanudaron gracias al uso de helicópteros prestados por otros estados.
Esta es la peor catástrofe climática experimentada en Rio Grande do Sul. Muchos servicios de asistencia han sido afectados, menciona Roberta Vanacôr, jefa de Vigilancia Epidemiológica de Rio Grande do Sul.
Ante esta situación, el Ministerio de Salud anunció el viernes un paquete de 66.5 millones de reales (13 millones de dólares / 12 millones de euros) para reactivar hospitales inundados, aumentar la vigilancia sanitaria y ampliar el número de camas, entre otras acciones.
Preocupación por posibles brotes de enfermedades
Por otro lado, las grandes inundaciones también pueden dar lugar a posibles brotes de enfermedades causadas por aguas contaminadas por animales o pesticidas, algo que preocupa a las autoridades sanitarias.
Carlos Machado, del Centro de Estudios e Investigaciones de Emergencias y Desastres en Salud del instituto Fiocruz, alerta sobre las áreas agrícolas inundadas que podrían contener agrotóxicos. También se teme la aparición de hepatitis A, diarreas agudas y leptospirosis. Vanacôr menciona que ya han recibido "muestras sospechosas" de leptospirosis.
También preocupan los síndromes respiratorios y el impacto en la salud mental. Respecto a la influenza, se han hecho esfuerzos para vacunar a las más de 77,000 personas que han debido abandonar sus hogares y ahora viven en albergues.
El mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, se propaga en lugares con agua estancada, y el 90 % de los municipios de Rio Grande do Sul quedaron parcial o totalmente inundados. A pesar de que el frío acorta el ciclo de vida del mosquito, Vanacôr advierte que unas temperaturas más cálidas pueden aumentar los casos de dengue.
Somos EL TESTIGO. Una forma diferente de saber lo que está pasando. Somos noticias, realidades, y todo lo que ocurre entre ambos.
Todo lo vemos, por eso vinimos aquí para contarlo.