En ocasión del 66 aniversario de la gesta anti-trujillista y revolucionaria del 14 y 20 de junio de 1959, quise titular este artículo con el título del libro escrito por Delio Gómez Ochoa, el capitán del ejército revolucionario cubano que vino como subjefe de la expedición, bajo la comandancia del dominicano Enrique Jiménez Moya. Con ese título y el contenido de dicha obra su autor deja entrever su criterio de que, si bien es cierto que esa expedición terminó en derrota desde el punto de vista militar, en razón de que de 198 revolucionarios sólo sobrevivieron cinco (él, su compatriota Pablito Mirabal, de 13 años, y los dominicanos Mayobanex Vargas, Medardo Germán y Poncio Pou Saleta), políticamente fue una victoria.
Victoria, porque la inmolación de esos 193 héroes y mártires dominicanos, cubanos, puertorriqueños, venezolanos y de otros países, en aras de poner fin a una de las tiranías más crueles y sanguinarias sufridas por América Latina y el Caribe en el siglo pasado, como sin duda fue la encabezada por Rafael L. Trujillo Molina, hizo crecer la conciencia nacional dominicana, en cuanto a la urgente necesidad de terminar de una vez y para siempre con tan nefasto régimen.
Ello se puso de manifiesto, casi de inmediato, con la creación del movimiento revolucionario 14 de Junio, integrado por una nueva legión de patriotas revolucionarios, bajo la dirección de los esposos abogados, Manuel A. Tavárez Justo (Manolo) y Minerva Mirabal, quienes decidieron levantar la antorcha de los caídos en 1959 para seguir la lucha contra el mismo enemigo, a costa, también, del gran sacrificio de muchos de sus miembros, lo que, finalmente, en el transcurso de solo dos años, motivaría a otros valientes dominicanos a ajusticiar al tirano, lo que marcó el principio del fin de una larga era política de represión y crímenes de 31 años.
En un importante movimiento revolucionario para enfrentar con las armas a Trujillo y su maquinaria criminal como el que entre abril y junio de 1959 se estructuró en Cuba, no podían faltar los francomacorisanos y provincianos de Duarte, tomándose en cuenta el bello historial de San Francisco de Macorís y la provincia Duarte, con su participación activa en todas las luchas libradas por los dominicanos a favor de la independencia, la libertad y la democracia, aportando, en 1959, su cuota de heroísmo y sacrificio con 11 de sus mejores hijos.
Bienvenido Fuertes Duarte, Ercilio García Bencosme (Cilo), Francisco José Grullón Martínez (Frank), Guillermo Padilla Hernández, José Martínez Morales, Héctor Bienvenido Olivier Romero (Papi), Juan de Dios Ventura Simó*, Leandro Guzmán Abreu y Saturnino Rizek Bergés, de San Francisco de Macorís; Antonio Javier Achécar Kalak y Manuel José del Orbe, de los pueblos de Pimentel y Villa Riva, provincia Duarte, respectivamente, *Juan de Dios Ventura Simó, capitán piloto del ejército dominicano, quien en el año 1958, piloteando un avión desertó aterrizando en Puerto Rico, trasladándose a Venezuela y finalmente a Cuba para integrarse a la expedición, entre los 56 hombres que llegaron en la tarde del 14 de junio por Constanza, La Vega, en el avión C-46, no vino como piloto ni copiloto como muchos creen, sino como instructor de vuelo y combatiente, según lo afirmado por Gómez Ochoa en su citado libro. El piloto fue el venezolano Julio César Rodríguez, con Oreste Acosta (cubano) de copiloto.
Desde izq, Antonio J. Achécar Kalaf (Tonino),Hector B. Olivier Romero (Papi), José Martínez Morales y capitán piloto Juan de Dios Ventura Simó.
De izq-derecha, Ing. Leandro Guzmán Abreu, Francisco J. Grullón Martínez (Frank), Manuel José del Orbe y Bienvenido Fuertes Duarte.
Enrique Jiménez Moya (izq.) y Delio Gómez Ochoa, jefe y subjefe de la expedición de junio de 1959.