miércoles, mayo 21, 2025
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Editoriales

El mal comido no piensa

En República Dominicana, la frase “el mal comido no piensa” es más que un refrán popular: es una radiografía cruda de nuestra realidad social y política. En un país donde millones viven al día, donde el salario se esfuma antes de fin de mes y donde la mesa familiar muchas veces se completa con creatividad más que con recursos, es ingenuo esperar que el dominicano común vote por ideales abstractos como la lucha anticorrupción o los índices macroeconómicos.

Para quien no tiene garantizada la cena, la política no se evalúa con cifras del Banco Central ni con discursos sobre institucionalidad. Se evalúa con el precio de la libra de arroz, del pollo, del gas. La desesperación de sobrevivir anula el tiempo para pensar en el largo plazo, y esa urgencia moldea la cultura del voto: se elige a quien promete resolver “lo mío” hoy, aunque venda el país mañana.

Este ciclo perpetúa el clientelismo y frena el desarrollo. ¿Cómo exigir conciencia ciudadana cuando no se ha comido con dignidad? ¿Cómo pensar en el porvenir cuando el presente duele tanto? El estómago vacío es enemigo de la reflexión profunda. Mientras no resolvamos la desigualdad y la precariedad cotidiana, seguiremos siendo una nación que vota con hambre y no con esperanza.

Porque sí, el mal comido no piensa. Pero no porque no quiera. Es que no lo dejan.

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